sábado, 27 de junio de 2020

Teoría de la relatividad general



     Nadie duda que Albert Einstein haya sido el mayor genio científico del siglo XX. Todos saben, o deberían saber, que él elaboró la teoría de la relatividad; en cambio todos, o casi, ignoran que no existe una, sino dos teorías de la relatividad, la especial publicada en 1905 y la general, conocida en 1915. En la primera, el sabio descubre unas ecuaciones del movimiento, diferentes a las de Galileo aplicables habitualmente; en la segunda, crea una teoría sobre la gravedad distinta a la de Newton. Para distinguir la gravedad clásica de la relativista voy a recurrir a dos experimentos mentales. En el primero tomo dos bolas, una grande y otra pequeña, que coloco encima de una lona elástica; observo que la lona se deforma y, como consecuencia, la bola pequeña se abalanza sobre la grande, hasta que choca con ella. El siguiente experimento mental tomo de nuevo dos bolas, y procuro que ambas, la grande y la pequeña, sean de hierro y estén imantadas; las coloco sobre el suelo y observo que la pequeña se dirige hacia la grande hasta chocar con ella. ¿Cómo explico ambos experimentos? En el segundo caso, argumento que el choque se debe a que ambas bolas se atraen por efecto de una fuerza de atracción magnética. En el primer caso arguyo que el choque se debe a que la deformación de la lona (espacio en el que se encuentran ambas bolas) obliga a que una caiga sobre la otra.
     Según la teoría clásica de la gravedad, una persona que se cae de un edificio se mueve hacia abajo, hasta estrellarse contra el suelo, debido a la atracción gravitatoria que la Tierra ejerce sobre ella; la explicación nos recuerda al segundo experimento mental anterior, con la diferencia que hemos sustituido la atracción magnética por la fuerza de atracción de la gravedad. Ahora bien, Albert Einstein supuso que tal atracción no existe; la persona cae porque la Tierra deforma el espacio que le rodea, como hace la bola que deforma la lona en el primer experimento mental anterior. Ni más ni menos. ¿No hay atracción de la Tierra sobre los objetos? No. ¿El Sol no atrae a la Tierra? No. Ambos astros deforman, por el hecho de existir, el espacio que los rodea, y por eso los objetos que se encuentran en sus proximidades caen sobre ellos. Nada más, nada menos.

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