Debatía,
con un grupo de amigos, sobre el nombre que designa a los zoólogos
que estudian los distintos grupos de animales vertebrados, las aves,
los peces, reptiles, mamíferos y anfibios; pronto identificamos los
tres primeros, ornitólogos, ictiólogos y herpetólogos,
respectivamente; pero debimos recurrir al omnipotente buscador de
internet, para descubrir los dos siguientes: mastozoólogos se
nombran quienes observan los leones, monos y vacas, en cambio los
especialistas en ranas, sapos y salamandras resulta que se llaman
igual que los expertos en serpientes. Una vez que llegamos al variado
reino animal uno de nosotros, zoólogo de profesión, comentó que un
equipo de científicos, encabezado por Ben Scheele, ha demostrado
(Science 2019) que una panzootia fúngica está causando una pérdida
catastrófica de la biodiversidad de los anfibios.
El
comercio antrópico de animales ha derribado las barreras
geográficas, facilitando la propagación de enfermedades que
amenazan la biodiversidad de la Tierra. Cierto, virulentas
enfermedades de la fauna contribuyen a la sexta extinción biológica
masiva de nuestro planeta; una de ellas, la quitridiomicosis causada
por dos especies del hongo asiático Batrachochytrium (descubiertas
en los años 1998 y 2013), ha causado la muerte masiva de los
anfibios en todo el mundo. Si bien los efectos de la micosis han sido
mayores en las especies grandes y en los climas húmedos de América
y Australia, la mortalidad en masa afecta a los anfibios de los cinco
continentes; animales que han habitado el planeta desde hace
centenares de millones de años y convivieron con los dinosaurios se
encuentran en situación desesperada, pues se enfrentan a una
enfermedad infecciosa que los está esquilmando a una velocidad
inusitada. Los investigadores han demostrado que, al menos,
quinientas una especies de anfibios han disminuido durante el último
medio siglo, incluidas noventa extinciones; por si fuera poco, los
zoólogos alegan que sólo el doce por ciento muestran signos de
recuperación y que existe el riesgo de nuevos brotes en otras áreas.
Las cifras son extremadamente elevadas, ya que ninguna otra clase del
reino animal afronta un declive semejante: la quitridiomicosis
representa la mayor pérdida registrada de biodiversidad atribuible a
una enfermedad. ¡Nada menos!
Ante
tal panorama, a nadie extrañará que biólogos de todo el orbe
intenten completar los conocimientos que tienen sobre la
epidemiología de la enfermedad y busquen soluciones a un problema
que afecta a toda la biodiversidad del planeta.
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