sábado, 8 de febrero de 2020

Disruptores endocrinos



     Obesidad, diabetes, disfunción tiroidea, cáncer, autismo, síndrome de atención e hiperactividad, sabemos que la interacción entre nuestros genes y el ambiente pueden causarnos enfermedades crónicas. Los factores ambientales que afectan a nuestras células son múltiples y abarcan desde la alimentación e infecciones hasta los contaminantes químicos. Algunos de estos últimos vamos a comentar. La opinión sobre las sustancias químicas se halla polarizada entre quienes únicamente ven sus beneficios y quienes las asocian a perjuicios: ambos enfoques son incorrectos. No albergo dudas sobre los enormes beneficios que la química ha aportado al bienestar de la humanidad, no hay más que recordar los medicamentos, los analgésicos o los abonos. Ahora bien, también debemos considerar sus costes, la contaminación, sólo así podremos minimizarla.
     La mayoría de las alrededor de ochenta mil sustancias químicas que en la actualidad existen en el mercado no ha pasado prueba alguna; y sabemos que muchas son tóxicas. Llamamos disruptores endocrinos a los cuatro centenares, ya catalogados, que alteran la función de las hormonas. Todos ellos suponen un grave problema global porque los hallamos en el hogar, en el trabajo, en la comida, en el agua y en el aire, en resumen, porque forman parte de multitud de productos que usamos en la vida diaria.
     Algunos disruptores endocrinos son persistentes y permanecen largo tiempo en el organismo; como se almacenan en las grasas corporales, si éstas se movilizan, cuando adelgazamos o durante el embarazo y la lactancia, se liberan a la sangre. Debido a que se acumulan, su concentración aumenta a medida que ascendemos en la cadena trófica y no debemos olvidar que los humanos ocupamos el final de dicha cadena. Recordaré algunos: las dioxinas, productos secundarios que se forman en numerosos procesos industriales; los retardadores de las llamas, presentes en los plásticos, la ropa y los muebles; los compuestos perfluorados, antiadherentes presentes en los detergentes, en el teflón, en algunos envoltorios y envases; los policlorobifenilos, que contienen muchos equipos eléctricos industriales; y los plaguicidas agrícolas organoclorados y organofosforados. También hay disruptores endocrinos que no son persistentes: los ftalatos, aditivos empleados en los cosméticos, colonias, perfumes y algunos plásticos; y el bisfenol A, que contienen plásticos con los que se hacen latas de conserva, material de oficina, juguetes y garrafas de agua.
     Por último, argumentare que resulta difícil protegerse de ellos pues actúan a muy bajas concentraciones y, por si fuera poco, su efecto no se produce en el momento de la exposición.

No hay comentarios: