Al
ciudadano lector no le sorprenderá saber que pasamos el noventa por
ciento de la vida dentro de espacios cerrados. Espacios que
intentamos hacer agradables perfumándolos con ambientadores; sin
embargo, la preocupación por sus efectos adversos sobre las
personas, especialmente aquellas que sufren asma o alergias, ha
impulsado a que algunas autoridades de países, como EEUU y Canadá,
fomenten espacios libres de olores en colegios o locales de trabajo.
El
empleo de ambientadores ha sido una práctica humana habitual en el
pasado; el incienso -recuérdese el botafumeiro de la Catedral de
Santiago de Compostela- es, quizá, el más antiguo, y ¿quién no ha
colocado flores aromáticas en su hogar? Su uso no sólo obedece a
motivos placenteros, se ha estimado que los comercios pueden aumentar
un veinticinco por ciento el volumen de sus negocios, con una buena
elección del olor en los locales de venta al público.
¿Cuál
es la composición de los ambientadores? Contienen fragancias; o sea,
compuestos orgánicos que proceden tanto de fuentes naturales como de
síntesis químicas, y proporcionan un aroma agradable o enmascaran
olores desagradables; pero ¿cuáles y en qué proporción? La
Oficina Europea de Uniones de Consumidores (BEUC), publicó un
documento en 2005 titulado “Emisiones de químicos por
ambientadores. Test sobre setenta y cuatro productos vendidos en Europa”. Halló
benzeno, formaldehído, terpenos, estireno, ftalatos y tolueno.
Científicos competentes han alegado que el estudio presenta
carencias metodológicas: nada más hay que añadir. Ahora bien, el
escritor no ha conseguido averiguar la composición de los
ambientados y deduce de ello que malamente puede asegurar que son
saludables si ignora qué sustancias incorporan al aire. Porque sabe
que dos mil quinientos ingredientes se utilizan en los productos de
consumo perfumados; también sabe que se ha estudiado la alergia de
contacto, pero no otro tipo de alergias o efectos; y no ignora que el
benceno y formaldehído son cancerígenos y que los ftalatos son
disruptores endocrinos. ¿Alguien ha valorado el riesgo para la salud
que corremos al respirar los productos que contiene un ambientador?
No. ¿No debería primar el principio de precaución? Demando
información pública. Porque pueden producirse desagradables
sorpresas como ésta: el limoneno, frecuentemente usado para
proporcionar olor, se oxida con el ozono que a menudo hay en el aire,
para dar el cancerígeno formaldehído.
A
pesar de nuestras mejores intenciones, el aire limpio de una casa
debe oler… a nada. ¿La mejor estrategia contra los olores? No
producirlos, en lugar de enmascararlos.
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