sábado, 2 de noviembre de 2019

Elementos descubiertos en las estrellas


     Ética, estética, religión, metafísica, política existen muchos tópicos sobre los que enzarzarse en agrias discusiones, mejor o peor argumentadas, sin que se pueda demostrar el grado de certeza de cada afirmación. No sucede lo mismo cuando se trata de cavilar sobre la naturaleza; la ciencia proporciona conocimientos comprobables sobre el comportamiento presente, pasado y futuro de los fenómenos naturales. Cualquier persona medianamente culta puede opinar sobre algún aspecto concreto de la ética, estética, religión, metafísica o política; no sobre la ciencia, no hay opiniones científicas, existen observaciones, teorías, hipótesis y deducciones. Sin embargo, incluso reputados filósofos son incapaces de asimilar que, en lo concerniente a la naturaleza, más les vale permanecer callados que emitir opiniones que, al poco tiempo, son desmentidas por los hechos tozudos. ¡Poco aprenden los metafísicos de la historia del pensamiento! En 1835, Auguste Comte (y parece ser que no era mal filósofo) protagonizó uno de los casos que más me gusta citar; el erudito francés, refiriéndose a las estrellas, escribió: “Podremos determinar sus formas, sus distancias, su tamaño, sus movimientos, pero nunca podremos saber acerca de su estructura química ni mineralógica.” Al poco tiempo, Joseph Fraunhofer, había utilizado un método para determinar la composición química de los objetos a partir de la luz que emiten. Es más, dos de los elementos químicos fueron descubiertos en una estrella antes de que se descubrieran en la Tierra. El helio en el Sol, de ahí su nombre, y el tecnecio en las estrellas. Estamos relativamente familiarizados con helio, se usa en los instrumentos terapéuticos que hacen imágenes por resonancia magnética, y también se llenan con él los globos y dirigibles. El tecnecio, así llamado porque fue el primer elemento producido de forma artificial (en el año 1937), no es igual de usual; sabemos que carece de isótopos estables -es el elemento químico más ligero en el que todos sus átomos son radiactivos-, aún así se halló en la naturaleza: en las estrellas gigantes rojas y también aquí en la Tierra se encontraron pequeñísimas cantidades, como subproducto de la fisión espontánea del uranio, en los minerales que contienen este escaso elemento. Y es útil, ya que uno de sus isótopos, emisor de rayos gamma, se una en medicina nuclear para efectuar diversas pruebas diagnósticas. ¿Qué argüiría Comte si supiese que hoy conocemos la composición química de las estrellas?

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