Me
enteré que unos terroristas musulmanes habían destruido parte de los
monumentos de Hatra, una importante ciudad del desaparecido imperio
parto. Curioso, quise saber más. Los partos, que ocuparon Persia, la
actual Irán, construyeron un imperio que compitió con el imperio
romano. En una de las guerras que lidiaron unos y otros, el emperador
Septimio Severo intentó capturar Hatra (cerca de Mosul, en Irak). Y
aquí comenzaron mis sorpresas porque, contra los legionarios
romanos, los asediados ciudadanos de Hatra entablaron, además de una
guerra química, otra biológica, ¡nada menos!, ¡y estamos en los
años 198 a 199 después de JC! Aclaro, los combatientes partos
usaron nafta encendida (un derivado del petróleo, que mana
espontáneamente de la tierra en aquellos exóticos lugares) contra
las torres de asedio que, lógicamente, incendiaron. Por si fuera
poco, también lanzaron a las sufridas legiones vasijas de barro,
vasijas que al romperse dejaban en libertad los escorpiones que
llevaban dentro; si bien los escorpiones se llevaron la fama, algunos
cronistas señalan que las bombas biológicas incorporaban abejas y
avispas. Como el agudo lector habrá adivinado el ataque combinado de
insectos y arácnidos resulto letal. Los partos acabaron vencedores y
Septimio Severo se retiró derrotado.
Los
escorpiones, también llamados alacranes, algo más de mil
setecientas especies, son un grupo de artrópodos fácilmente
reconocible; portan dos apéndices acabados en pinza, y una delgada
cola arqueada y rematada con un aguijón, que lleva una glándula
venenosa incorporada. Se trata de cazadores nocturnos que, durante el
día, buscan refugio; por ello recomendamos encarecidamente al
viajero lector que, en tierra de escorpiones, sacuda el calzado por
las mañanas… para evitar desagradables sorpresas al calzarse. Si
bien todos los escorpiones son venenosos, sólo veinticinco especies,
pertenecientes a la misma familia, son peligrosos para el ser humano.
Su veneno contiene cerca de doscientas toxinas, citotóxicas o
neurotóxicas: las primeras necrosan los tejidos humanos; las
segundas, en cambio, afectan a las uniones neuromusculares, alteran
el impulso nervioso y liberan los neurotransmisores sin control. ¿Sus
efectos? Al principio, la víctima siente un fuerte dolor e hincha el
lugar de la picadura, a continuación, el corazón late de forma
irregular, finalmente, sobreviene la muerte por insuficiencia
cardiorrespiratoria.
Los
creyentes en los mitos dicen que los escorpiones se suicidan
clavándose su aguijón al sentirse rodeados por las llamas: sin
embargo, los toxicólogos han hallado que los escorpiones son inmunes
a su veneno: la ciencia, amigo lector, tiene siempre la última
palabra.
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