sábado, 23 de noviembre de 2019

Guerra biológica con escorpiones



     Me enteré que unos terroristas musulmanes habían destruido parte de los monumentos de Hatra, una importante ciudad del desaparecido imperio parto. Curioso, quise saber más. Los partos, que ocuparon Persia, la actual Irán, construyeron un imperio que compitió con el imperio romano. En una de las guerras que lidiaron unos y otros, el emperador Septimio Severo intentó capturar Hatra (cerca de Mosul, en Irak). Y aquí comenzaron mis sorpresas porque, contra los legionarios romanos, los asediados ciudadanos de Hatra entablaron, además de una guerra química, otra biológica, ¡nada menos!, ¡y estamos en los años 198 a 199 después de JC! Aclaro, los combatientes partos usaron nafta encendida (un derivado del petróleo, que mana espontáneamente de la tierra en aquellos exóticos lugares) contra las torres de asedio que, lógicamente, incendiaron. Por si fuera poco, también lanzaron a las sufridas legiones vasijas de barro, vasijas que al romperse dejaban en libertad los escorpiones que llevaban dentro; si bien los escorpiones se llevaron la fama, algunos cronistas señalan que las bombas biológicas incorporaban abejas y avispas. Como el agudo lector habrá adivinado el ataque combinado de insectos y arácnidos resulto letal. Los partos acabaron vencedores y Septimio Severo se retiró derrotado.
     Los escorpiones, también llamados alacranes, algo más de mil setecientas especies, son un grupo de artrópodos fácilmente reconocible; portan dos apéndices acabados en pinza, y una delgada cola arqueada y rematada con un aguijón, que lleva una glándula venenosa incorporada. Se trata de cazadores nocturnos que, durante el día, buscan refugio; por ello recomendamos encarecidamente al viajero lector que, en tierra de escorpiones, sacuda el calzado por las mañanas… para evitar desagradables sorpresas al calzarse. Si bien todos los escorpiones son venenosos, sólo veinticinco especies, pertenecientes a la misma familia, son peligrosos para el ser humano. Su veneno contiene cerca de doscientas toxinas, citotóxicas o neurotóxicas: las primeras necrosan los tejidos humanos; las segundas, en cambio, afectan a las uniones neuromusculares, alteran el impulso nervioso y liberan los neurotransmisores sin control. ¿Sus efectos? Al principio, la víctima siente un fuerte dolor e hincha el lugar de la picadura, a continuación, el corazón late de forma irregular, finalmente, sobreviene la muerte por insuficiencia cardiorrespiratoria.
     Los creyentes en los mitos dicen que los escorpiones se suicidan clavándose su aguijón al sentirse rodeados por las llamas: sin embargo, los toxicólogos han hallado que los escorpiones son inmunes a su veneno: la ciencia, amigo lector, tiene siempre la última palabra.

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