sábado, 23 de abril de 2016

Vehículos autónomos


          Aprecio los libros de robots escritos por Isaac Asimov: “Robots e imperio” me parece delicioso; las distintas colecciones de cuentos robóticos me han divertido. Su autor quizá haya sido uno de los escritores más ilustrados de su tiempo; sin embargo, se ha equivocado en sus previsiones. Probablemente no será un robot humanoide, sino un coche una de primeras máquinas autónomas que transitarán de forma multitudinaria entre la gente.

Los fabricantes de automóviles están gastando miles de millones de dólares en desarrollar coches sin conductor y el sector promete un futuro brillante: es posible que, dentro de una década, haya vehículos totalmente automatizados –robocares- circulando por las carreteras. Los ingenieros ya saben fabricarlos; en 2015 los coches autónomos de Google han recorrido más de un millón de kilómetros, siempre a una velocidad menor que cuarenta kilómetros por hora. El mayor problema al que se enfrentan los diseñadores, según Chris Gerdes, profesor de la Universidad de Stanford y uno de los mayores expertos en el tema, no es mecánico, ni informático, sino ético. No albergo duda de que los vehículos autónomos reducirán las muertes en las carreteras; pero seguirá habiendo accidentes; cabe la posibilidad de que el coche robótico con sus pasajeros tenga que elegir entre permanecer en el sitio y ser alcanzado por detrás por un camión a toda velocidad o invadir una acera atestada de gente. Hay que responder a estas preguntas. ¿Las máquinas pueden decidir quién sobrevive y quién muere en un accidente? ¿Debería un vehículo autónomo sacrificar a su ocupante con un giro brusco que lo haga caer por un precipicio para evitar atropellar a un grupo de niños? Los especialistas en ética no tienen respuestas. ¿Las normas que gobiernen a los vehículos autónomos deberían priorizar al número de vidas salvadas? ¿Querría el virtuoso lector que su coche sacrificase su vida para salvar otra? ¿No? ¿El vehículo debe preservar su vida por encima de todo? ¿Tampoco? Entonces... Quizá no deberíamos dejar tales decisiones en manos de robots; sin embargo, sabemos que los humanos conducimos peor que las máquinas.

Entretanto, en 2015 se han probado en carreteras públicas vehículos automatizados programados para seguir normas éticas, como por ejemplo, cuándo pueden desobedecer las reglas del tráfico y cruzar una línea continua para dejar sitio a ciclistas o a coches aparcados en doble fila. Impaciente aguardo a conocer los resultados.

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