Aprecio los libros de robots
escritos por Isaac Asimov: “Robots e imperio” me parece delicioso; las
distintas colecciones de cuentos robóticos me han divertido. Su autor quizá
haya sido uno de los escritores más ilustrados de su tiempo; sin embargo, se ha
equivocado en sus previsiones. Probablemente no será un robot humanoide, sino
un coche una de primeras máquinas autónomas que transitarán de forma
multitudinaria entre la gente.
Los
fabricantes de automóviles están gastando miles de millones de dólares en
desarrollar coches sin conductor y el sector promete un futuro brillante: es
posible que, dentro de una década, haya vehículos totalmente automatizados –robocares-
circulando por las carreteras. Los ingenieros ya saben fabricarlos; en 2015 los coches autónomos de Google han
recorrido más de un millón de kilómetros, siempre a una velocidad menor que cuarenta
kilómetros por hora. El mayor problema al que se enfrentan los diseñadores,
según Chris Gerdes, profesor de la Universidad de Stanford y uno de los mayores
expertos en el tema, no es mecánico, ni informático, sino ético. No albergo duda de que los vehículos autónomos reducirán
las muertes en las carreteras; pero seguirá habiendo accidentes; cabe la
posibilidad de que el coche robótico con sus pasajeros tenga que elegir entre permanecer
en el sitio y ser alcanzado por detrás por un camión a toda velocidad o invadir
una acera atestada de gente. Hay que responder a estas preguntas. ¿Las máquinas
pueden decidir quién sobrevive y quién muere en un accidente? ¿Debería un
vehículo autónomo sacrificar a su ocupante con un giro brusco que lo haga caer
por un precipicio para evitar atropellar a un grupo de niños? Los especialistas
en ética no tienen respuestas. ¿Las normas que gobiernen a los vehículos autónomos
deberían priorizar al número de vidas salvadas? ¿Querría el virtuoso lector que
su coche sacrificase su vida para salvar otra? ¿No? ¿El vehículo debe preservar
su vida por encima de todo? ¿Tampoco? Entonces... Quizá no deberíamos dejar tales
decisiones en manos de robots; sin embargo, sabemos que los humanos conducimos
peor que las máquinas.
Entretanto,
en 2015 se han probado en carreteras públicas vehículos automatizados
programados para seguir normas éticas, como por ejemplo, cuándo pueden
desobedecer las reglas del tráfico y cruzar una línea continua para dejar sitio
a ciclistas o a coches aparcados en doble fila. Impaciente aguardo a conocer
los resultados.
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