El
culto lector conocerá las hazañas de los grandes exploradores del XVIII, James
Cook, Louis Antoine de Bouganville, Jean-François de La Pérouse o Alejandro
Malaspina; probablemente desconocerá, en cambio, las gestas de Francisco
Mourelle, a pesar de que este gallego de Corme viajó por el Pacífico y trazó
mapas de la costa de Alaska y de los archipiélagos de Salomón y Tonga; diré
más, el capitán Cook usó su diario durante sus famosos viajes australes. En
cualquier caso, el culto lector sabrá que las tripulaciones expedicionarias
solían acabar diezmadas debido a enfermedades como el escorbuto, una
avitaminosis frecuentemente mortal. Ya sabemos que las vitaminas resultan
imprescindibles para la salud porque nuestro organismo no las sintetiza y, en consecuencia,
deben tomarse en la dieta; pero queremos saber más. Los bioquímicos analizaron
todas las vitaminas y comprobaron que una de ellas, la F, consistía en una
mezcla de dos ácidos grasos, el linoleico y el linolénico.
Hay
varias clases de ácidos grasos en la naturaleza: los saturados son componentes
mayoritarios de la grasa de vaca y de la manteca de cerdo; los monoinsaturados
omega nueve, están presentes en el aceite de oliva y aceitunas; los
poliinsaturados omega seis (linoleico) se hallan en el aceite de girasol; los
poliinsaturados omega tres de cadena corta (linolénico) aparecen en las nueces;
y los poliinsaturados omega tres de cadena larga se encuentran en el pescado
azul (jurel, salmón, caballa y sardina). ¿Repercute esta variedad en la nutrición?
Los expertos recomiendan que las grasas deberían aportar a la dieta sólo el
treinta por ciento de las calorías; y en las proporciones adecuadas: la misma
cantidad de ácidos grasos saturados, que monoinsaturados, que poliinsaturados;
y de estos últimos debe haber tanto omega seis como omega tres (sepa el
juicioso lector que en la comida elaborada puede haber treinta veces más omega
seis que omega tres); desgraciadamente, no todos los omega tres son igual de
útiles, necesitamos los de cadena larga; conclusión: debemos comer pescado
azul.
Además
de combustibles y componentes de las células, los ácidos grasos ejercen otras
funciones; concretamente, los omega tres de cadena larga mejoran la función
inmunológica, dilatan las arterias, disminuyen la agregación de las plaquetas, reducen
la respuesta inflamatoria, bajan los triglicéridos de la sangre y previenen el
infarto, la hipertensión, las alergias, el asma, la artritis y las enfermedades
autoinmunitarias, incluso intervienen en el desarrollo de la retina y el
cerebro del feto. ¡No es poco!
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