sábado, 16 de abril de 2016

Omega tres


El culto lector conocerá las hazañas de los grandes exploradores del XVIII, James Cook, Louis Antoine de Bouganville, Jean-François de La Pérouse o Alejandro Malaspina; probablemente desconocerá, en cambio, las gestas de Francisco Mourelle, a pesar de que este gallego de Corme viajó por el Pacífico y trazó mapas de la costa de Alaska y de los archipiélagos de Salomón y Tonga; diré más, el capitán Cook usó su diario durante sus famosos viajes australes. En cualquier caso, el culto lector sabrá que las tripulaciones expedicionarias solían acabar diezmadas debido a enfermedades como el escorbuto, una avitaminosis frecuentemente mortal. Ya sabemos que las vitaminas resultan imprescindibles para la salud porque nuestro organismo no las sintetiza y, en consecuencia, deben tomarse en la dieta; pero queremos saber más. Los bioquímicos analizaron todas las vitaminas y comprobaron que una de ellas, la F, consistía en una mezcla de dos ácidos grasos, el linoleico y el linolénico.

Hay varias clases de ácidos grasos en la naturaleza: los saturados son componentes mayoritarios de la grasa de vaca y de la manteca de cerdo; los monoinsaturados omega nueve, están presentes en el aceite de oliva y aceitunas; los poliinsaturados omega seis (linoleico) se hallan en el aceite de girasol; los poliinsaturados omega tres de cadena corta (linolénico) aparecen en las nueces; y los poliinsaturados omega tres de cadena larga se encuentran en el pescado azul (jurel, salmón, caballa y sardina). ¿Repercute esta variedad en la nutrición? Los expertos recomiendan que las grasas deberían aportar a la dieta sólo el treinta por ciento de las calorías; y en las proporciones adecuadas: la misma cantidad de ácidos grasos saturados, que monoinsaturados, que poliinsaturados; y de estos últimos debe haber tanto omega seis como omega tres (sepa el juicioso lector que en la comida elaborada puede haber treinta veces más omega seis que omega tres); desgraciadamente, no todos los omega tres son igual de útiles, necesitamos los de cadena larga; conclusión: debemos comer pescado azul.

Además de combustibles y componentes de las células, los ácidos grasos ejercen otras funciones; concretamente, los omega tres de cadena larga mejoran la función inmunológica, dilatan las arterias, disminuyen la agregación de las plaquetas, reducen la respuesta inflamatoria, bajan los triglicéridos de la sangre y previenen el infarto, la hipertensión, las alergias, el asma, la artritis y las enfermedades autoinmunitarias, incluso intervienen en el desarrollo de la retina y el cerebro del feto. ¡No es poco! 

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