Seiscientos
soldados han caído en una emboscada y saben que morirán salvo que los conduzcan
a un lugar seguro. Tienen dos vías de escape. El estado mayor presenta al comandante
dos dilemas que éste decide consultar con la tropa. Primer dilema: si elige la
primera ruta de escape se salvarán doscientos; si opta por la segunda, hay un
tercio de posibilidades de que se salven todos y dos tercios nadie. La mayoría (proporción
de tres a uno) prefiere la primera ruta. Segundo dilema: si escoge la primera ruta
morirán cuatrocientos; si toma la segunda, hay un tercio de posibilidades de
que nadie muera y dos tercios de que perezcan todos. La mayoría (proporción de cuatro
a uno) de la tropa prefiere la segunda ruta. Me sorprenden sobremanera
las conclusiones opuestas: porque ambos dilemas son idénticos; la única diferencia
consiste en que el primero se plantea como vidas salvadas y el segundo como
vidas perdidas. Daniel Kahneman (ganador de un Nobel) y Amos Tversky estudian la
psicología de la incertidumbre, disciplina fundamental para entender la toma
racional de decisiones. El resultado de sus investigaciones, que cuestiona la
confiabilidad en la razón humana, no es tanto que a menudo seamos irracionales,
lo sabemos, sino que, aun cuando tratamos de ser lógicos, damos respuestas
diferentes al mismo problema si éste se plantea en términos distintos. "Esto
significa que no podemos suponer que nuestros juicios son un conjunto de
bloques sólidamente estructurados, sobre los cuales basar nuestras decisiones -expresa
Kahneman- porque los mismos juicios pueden ser defectuosos". Los autores
creen que estas desviaciones de la racionalidad son predecibles y resultan de
los atajos que toma la razón cuando debe sopesar posibilidades complicadas. A
menudo, las personas debemos adoptar decisiones sin disponer de toda la
información relevante o sin tener el tiempo suficiente para procesarla de
manera adecuada. No obstante, con frecuencia esas resoluciones resultan
acertadas gracias a estrategias rápidas y simplificadoras, atajos que albergan,
sin embargo, un peligro: distorsionan los juicios. La mayoría de los sesgos se
producen cuando en las decisiones recurrimos a informaciones que resultan
irrelevantes en esos momentos sin percatarnos de ello. ¡Cuidado! Porque quienes
están familiarizados con este tipo de razonamientos erróneos pueden utilizarlos
para manipular las opiniones ajenas. La decisión de un árbitro de fútbol, por
ejemplo, o de un juez en un juicio oral si nos ponemos más trascendentes.
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