sábado, 5 de marzo de 2016

Toma racional de decisiones


Seiscientos soldados han caído en una emboscada y saben que morirán salvo que los conduzcan a un lugar seguro. Tienen dos vías de escape. El estado mayor presenta al comandante dos dilemas que éste decide consultar con la tropa. Primer dilema: si elige la primera ruta de escape se salvarán doscientos; si opta por la segunda, hay un tercio de posibilidades de que se salven todos y dos tercios nadie. La mayoría (proporción de tres a uno) prefiere la primera ruta. Segundo dilema: si escoge la primera ruta morirán cuatrocientos; si toma la segunda, hay un tercio de posibilidades de que nadie muera y dos tercios de que perezcan todos. La mayoría (proporción de cuatro a uno) de la tropa prefiere la segunda ruta. Me sorprenden sobremanera las conclusiones opuestas: porque ambos dilemas son idénticos; la única diferencia consiste en que el primero se plantea como vidas salvadas y el segundo como vidas perdidas. Daniel Kahneman (ganador de un Nobel) y Amos Tversky estudian la psicología de la incertidumbre, disciplina fundamental para entender la toma racional de decisiones. El resultado de sus investigaciones, que cuestiona la confiabilidad en la razón humana, no es tanto que a menudo seamos irracionales, lo sabemos, sino que, aun cuando tratamos de ser lógicos, damos respuestas diferentes al mismo problema si éste se plantea en términos distintos. "Esto significa que no podemos suponer que nuestros juicios son un conjunto de bloques sólidamente estructurados, sobre los cuales basar nuestras decisiones -expresa Kahneman- porque los mismos juicios pueden ser defectuosos". Los autores creen que estas desviaciones de la racionalidad son predecibles y resultan de los atajos que toma la razón cuando debe sopesar posibilidades complicadas. A menudo, las personas debemos adoptar decisiones sin disponer de toda la información relevante o sin tener el tiempo suficiente para procesarla de manera adecuada. No obstante, con frecuencia esas resoluciones resultan acertadas gracias a estrategias rápidas y simplificadoras, atajos que albergan, sin embargo, un peligro: distorsionan los juicios. La mayoría de los sesgos se producen cuando en las decisiones recurrimos a informaciones que resultan irrelevantes en esos momentos sin percatarnos de ello. ¡Cuidado! Porque quienes están familiarizados con este tipo de razonamientos erróneos pueden utilizarlos para manipular las opiniones ajenas. La decisión de un árbitro de fútbol, por ejemplo, o de un juez en un juicio oral si nos ponemos más trascendentes.

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