El
alarmado lector sabe que el cambio climático antropogénico amenaza la
supervivencia de la civilización; sabe también que el dióxido de carbono emitido
a la atmósfera por el uso de combustibles fósiles es la primera causa del
peligro. Impedir el paso de dicho gas a la atmósfera constituiría un logro técnico
extraordinario. A este asunto y no a otro se dedica desde hace veinticinco años
un querido amigo con el que almorcé. Ya que la comida no me satisfizo (mal
condimentada y cara), sí lo hizo, por lo menos, la conversación, quizá debería
decir el monólogo durante el que me explicó cómo convertir los residuos urbanos
orgánicos en metano; no en dióxido de carbono como sucede habitualmente, sino
en metano, el gas natural que también se usa en la cocina. Y no soy yo quien
efectúa el trabajo, me aclaró varias veces, sino unas bacterias, o mejor unos
seres parecidos a ellas, unas arqueas.
Empezaré
por el principio. En presencia del oxígeno la materia orgánica se trasforma en
dióxido de carbono; pero ¿qué sucede cuando no hay oxígeno? (los bioquímicos
dirían en condiciones anaeróbicas). La biomasa se descompone en dióxido de
carbono e hidrógeno, sustancias que utilizan las arqueas metanógenas para obtener
energía y expulsar metano; no usan el oxígeno para respirar, sino el dióxido de
carbono y emplean el hidrógeno como combustible. Un uno por ciento,
aproximadamente, del dióxido de carbono atmosférico convertido en materia
orgánica por los seres vivos, regresa de
nuevo a la atmósfera después de haberse transformado previamente en
metano, un billón de toneladas, que no está nada mal.
¿Dónde
hallar a estos conspicuos seres vivos? Las arqueas metanógenas mueren en
presencia de oxígeno; por lo que hay que buscarlas en ambientes carentes del
gas: en los terrenos pantanosos y en sedimentos acuáticos; pero también en el
intestino de muchos animales; concretamente, la nutrición de los rumiantes
(vacas y cabras incluidas) sería imposible si los metanógenos presentes en su
aparato digestivo no digiriesen la celulosa en compuestos utilizables por el
animal. Y no sólo los rumiantes necesitan estos microbios, una de cada tres
personas, tiene metanógenos en el colon que fermentan los carbohidratos
indigeribles, produciendo metano que es expulsado mediante flatulencias ¡Quién
iba a decir que habiendo comenzado con amenazas a nuestra civilización acabáramos
con amenazas al olfato! ¡Cierto!… mucho menos peligrosas.
3 comentarios:
Estimado amigo
Los gases expulsados por el ano son: nitrógeno (componente en mayor proporción), oxígeno, dióxido de carbono, metano e hidrógeno. El mal olor se debe a los compuestos de azufre también expulsados, aunque en cantidades minúsculas: sulfuro de hidrógeno principalmente.
Saludos de Epi
Estimado amigo
La proporción en el aire del dióxido de carbono, aunque muy influyente en la climatología terrestre, es minúscula: apenas algo más de cuatrocientos ppm; y no te olvides que eso significa que en cada 1000 litros de aire hay cuatrocientos mililitros de dióxido de carbono.
Saludos de Epi
Estimada amiga
1º Las arqueas son microorganismos de una única célula que, como las bacterias, carecen de núcleo.
2º En el pasado las arqueas fueron clasificadas como bacterias, pero se ha comprobado que tal clasificación era errónea, porque las arqueas tuvieron una evolución diferente y, también, muestran diferencias bioquímicas con las bacterias.
3º No se conocen arqueas patógenas.
Saludos
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