sábado, 27 de febrero de 2016

Clima cálido en los polos


Hace ciento diez millones de años hubo un clima excepcionalmente cálido en nuestro planeta; duró nada menos que cuarenta millones de años. Pruebas sobradas lo delatan: en Groenlandia crecían bosques, en las regiones polares vivieron animales que hoy habitan en los trópicos: cocodrilos y ofidios tomaban el Sol en la Antártida; los mares polares, surcados por tiburones, rayas y gigantescas tortugas, estaban a unos aceptables diez a quince grados. No existían casquetes glaciares en los polos y por ello el nivel del agua de los océanos subió más de doscientos metros: casi la mitad de los continentes quedó cubierta por mares someros, Norteamérica, África y Australia quedaron partidas en dos por las aguas, Europa se convirtió en un archipiélago.
Aunque los geólogos manejan varias posibilidades para explicar este gran verano terrestre -un ascenso de la actividad solar o una situación continental-, consideran como hipótesis más probable un aumento de la actividad geológica debido a turbulencias en el interior del planeta. Hace ciento veinte millones de años el núcleo de la Tierra experimentó un máximo de emisión térmica, el calor transmitido al manto habría provocado una gran columna ascendente de material caliente. La agitación, transmitida a la corteza, habría acelerado las placas y activado la creación de corteza en las dorsales. El resultado: un intenso vulcanismo submarino cuya consecuencia consistió en que materiales que son nutrientes biológicos habrían pasado al océano provocando una explosión del plancton, un aumento de dióxido de carbono atmosférico y un efecto invernadero que cambiaría el clima. En resumen, un efecto dominó. Aunque sólo se trata de una hipótesis los datos hallados hasta ahora parecen encajar. Para que tal clima fuese posible -pronostican los climatólogos- la atmósfera debería contener una concentración de dióxido de carbono que fuese entre el doble y catorce veces mayor que la actual; valor que encaja con los datos obtenidos por los geólogos.
¿El factor desencadenante? Una avalancha en el manto, una inyección de material frío procedente de la corteza pudo alterar la pauta circulatoria del núcleo. No carece de fundamento la explicación, porque los geólogos saben que en aquella época desaparecieron las inversiones magnéticas, señal irrefutable que algo sucedía en el núcleo. Aunque sugestiva, la hipótesis no está confirmada con datos incuestionables. El descifrado de las causas de los climas extremos de la Tierra no ha hecho más que empezar.

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