sábado, 6 de febrero de 2016

Alteraciones del ADN


Todos los seres vivos estamos expuestos a que la molécula que almacena nuestra la información genética –el ADN- sufra cambios que, si son permanentes y heredables, denominamos mutaciones; mutaciones que suceden por azar y son poco frecuentes en la vida de un individuo: su probabilidad en una célula humana es uno entre cien mil, en una bacteria, uno entre mil millones. Tanto los reactivos químicos que hay en el ambiente como los productos en los que se transforman dentro de las células pueden alterar el ADN: los agentes desaminantes -nitritos, nitratos (utilizados como conservantes de las carnes) y nitrosaminas- sustraen átomos al ADN; los agentes alquilantes le añaden; y aun hay agentes químicos que sustituyen unos átomos por otros. Además de la química intervienen otros factores, el diez por ciento de los cambios del ADN producidos por agentes no biológicos se debe a las radiaciones ultravioleta -suelda átomos que deberían estar separados- y a las radiaciones ionizantes (rayos X, rayos gamma o rayos cósmicos). Añadiré que existe evidencia estadística de que la exposición continua a algunos agentes químicos aumenta la frecuencia de cánceres; concretamente, se ha estimado que el noventa por ciento de la oncogénesis se debe a la exposición a agentes físicos o químicos. Debido a estos motivos existe un razonable interés público por determinar los posibles efectos carcinogénicos de los compuestos industriales, aditivos alimentarios, gases emitidos por automóviles, colorantes, aromatizantes, medicamentos y cosméticos a los que estamos expuestos continuamente. Constituye un problema difícil, puesto que tenemos contacto frecuente con más de cien mil sustancias y continuamente se están introduciendo más en el ambiente; además, ensayar la toxicidad de un compuesto es caro y tarda tiempo. Añadiré que, para abaratar costes y tiempo, se ha propuesto una prueba relativamente sencilla que mide si el agente químico produce mutaciones, presuponiendo en tal caso que, probablemente, sea carcinógeno.
Un apunte más. Los enzimas celulares pueden reparar las lesiones del ADN. No sucede lo mismo con el ARN; si se daña, la célula no tiene capacidad para repararlo. ¿Por qué? La integridad del ADN es vital para la conservación de una especie, mientras que la integridad del ARN sólo es vital para una célula o, a todo lo más, para un individuo: y los individuos, desgraciadamente, somos prescindibles. ¡Así de cruel se muestra la naturaleza!

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