sábado, 28 de febrero de 2015

Novas


En las noches de verano, en medio de la Vía Láctea, luce la hermosa constelación del Cisne. Los afortunados que contemplaban esa región del cielo el 29 de agosto de 1975 se llevaron una sorpresa: atónitos vieron aparecer, de repente, una nueva estrella (de nombre nova V1500), que brillaba tanto como Deneb, la más brillante estrella de la constelación. ¿Qué había sucedido?

Los astrónomos tienen una teoría razonablemente contrastada para explicar el fenómeno. Para que se encienda una nova se necesita una pareja de estrellas próximas -una binaria la llaman los expertos- que tengan masas distintas. La mayor consume su combustible nuclear más deprisa que la menor; cuando lo agota, se vuelve una gigante roja, se expande y se traga la pequeña. Dentro de la envoltura gaseosa común, ambas estrellas continúan rotando y acercándose. Agotado el combustible, la estrella grande se transforma en una enana blanca, mientras que su compañera permanece inalterada. Puede ocurrir, y de hecho sucede muchas veces, que la compañera pierde materia que cae sobre la enana blanca, cuya gravedad la comprime y calienta hasta que, cuando la cantidad centuplica la masa de la Tierra, se alcanza la temperatura de fusión del hidrógeno; se produce entonces una reacción en cadena, una explosión que aumenta el brillo de la enana blanca: llamamos nova a este fenómeno, que acaba cuando la enana blanca agota el combustible nuclear que le proporcionó la otra estrella. Sí, la bola de fuego, que nos sobrecoge en las explosiones nucleares terrestres, se repite –a gran escala- en las estrellas.

No confunda -el instruido lector- las supernovas con las novas: se trata de procesos diferentes. Por lo de pronto la energía que interviene en éstas es entre un millón y cien mil veces menor que aquéllas. Además, la supernova es única: se destruye una estrella; en cambio una enana blanca puede generar múltiples sucesos nova mientras siga habiendo materia disponible en su compañera. Y no es un fenómeno raro: los astrónomos detectan una o dos cada año; no es para menos porque dos de cada tres estrellas, aproximadamente, son binarias.

Si al educado lector le interesa la astronomía fíjese en la estrella más brillante del firmamento, la hermosa estrella Sirio de la constelación del perro: es un binaria, consta de Sirio A estrella visible a simple vista y Sirio B, una enana blanca invisible para el ojo desnudo.

No hay comentarios: