Una
ley biológica, enunciada por Carl Bergmann, establece que las razas geográficas
de una especie animal de sangre caliente –piénsese en aves y mamíferos- tienen
mayor tamaño cuanto más baja sea la temperatura media del ambiente en que viven;
lo que quiere decir que el cuerpo de las distintas razas o especies de osos y
focas, pingüinos o halcones es mayor si viven en climas fríos que si moran en
ambientes calurosos. ¿La explicación? Los animales grandes pierden menos calor
por radiación debido a que tienen una superficie en proporción a su volumen menor
que la de los animales pequeños. Como no podía ser de otra manera, las leyes de
la física imponen restricciones a la anatomía de los seres vivos. Esta
disquisición sobre el tamaño de un animal me sugiere una pregunta, ¿la
supervivencia se consigue mejor con un tamaño menor o mayor? ¿Apostaríamos por
elefantes de doce toneladas, ballenas de ciento ochenta, calamares de una,
almejas de doscientos veinte kilos o cangrejos de veinte?, ¿o bien por arañas
de medio milímetro, avispas de una décima y garrapatas un poco menores?
Si
exigimos un medio ambiente relativamente estable el tamaño grande presenta
indudables ventajas para el animal: tiene menos riesgo de ser comido y, al
tener una vida más larga, aumentan las posibilidades de aprender y recordar
comportamientos complejos, ya sea en la búsqueda de alimentos, agua o refugio ya
en el cuidado de las crías; además, al mejorar la regulación de la temperatura,
puede vivir no sólo en climas cálidos, sino también en los fríos o templados.
Los inconvenientes del tamaño se presentan si eliminamos la exigencia del
ambiente estable; después de cualquier catástrofe natural, como podría ser una
erupción volcánica, una inundación, una sequía o un incendio, la escasez de
recursos favorece la vida de los animales de menor tamaño, sencillamente porque
necesitan menos alimentos o agua para sobrevivir.
No
debe dudarse de que los organismos se adaptan a los principios físicos y se
hallan constreñidos por ellos, otra manera de indicar que contienen
características previsibles; pero esta previsibilidad puede inducir al error.
Desengáñese el lector erudito: la teoría de la evolución no es determinista,
contiene elementos de caos; aclararé esta última afirmación con un ejemplo: quizá
se pueda predecir que el guepardo y la gacela corran cada vez más rápido, pero
la teoría es incapaz de predecir la existencia de guepardos y gacelas (Stephen
Jay Gould dixit).
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