sábado, 15 de noviembre de 2014

Turberas, amortiguadores climáticos


Las turberas, antiguos lagos rellenos de materia orgánica, son ecosistemas que cumplen valiosas funciones ambientales ignoradas por el público. Cuantifiquemos los enormes depósitos de carbono que almacenan: contienen el treinta por ciento del carbono total disponible en el suelo de los continentes, una cantidad que duplica la biomasa forestal y se aproxima a la biomasa terrestre que, recordemos, equivale al setenta por ciento del carbono atmosférico. Las turberas captan el carbono atmosférico, un proceso opuesto al de las emisiones de gases de invernadero; a nadie extrañará, por lo tanto, que las grandes turberas –de Siberia, Escandinavia, Alaska, Canadá y Patagonia- contribuyan a moderar los cambios climáticos de nuestro planeta. Y no se trata de casualidad que todas ellas en encuentren en latitudes altas: la lenta putrefacción de la materia vegetal ocurre preferentemente en climas muy fríos.

No resulta difícil de entender el proceso de formación de una turbera: la cuenca de un antiguo lago glaciar puede rellenarse cuando la materia orgánica depositada excede a la descompuesta. En algún momento durante el relleno, se pierde contacto con el agua, fluvial o subterránea, se crea entonces un ambiente en el que los musgos de turbera (los esfagnos) resultan favorecidos; musgos que conforman el paisaje que observa el naturalista amante de estos desolados lugares. Como el astuto lector ya habrá adivinado, su formación es relativamente lenta debido a la baja concentración de oxígeno y la acidez del agua, que provocan una escasa actividad microbiana. La mayoría de las turberas han acumulado vegetales más o menos descompuestos a lo largo de los últimos doce mil años, desde el fin de la última glaciación; una acumulación que, a un ritmo de crecimiento de entre cinco y cien milímetros cada siglo, puede alcanzar varios metros de espesor. Cabe señalar que la turba, el material rico en carbono, en el que aún se aprecian los componentes vegetales que la originaron, constituye la primera etapa del proceso por el que la vegetación se transforma en carbón.

En resumen, las turberas, como todos los humedales, almacenan carbono, y contribuyen a mitigar el cambio climático. Desgraciadamente, la Unesco estima que el planeta ha perdido, desde el año 1900, la mitad de los humedales; en España, alumna aventajada, ha desaparecido el sesenta por ciento en tan sólo cuatro décadas.


2 comentarios:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Son latitudes altas tanto las regiones próximas al polo norte como las cercanas al polo sur.

En España, he visitado una de las mejores turberas en la sierra del Xistral (Galicia). También hay turba en el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel: durante el 2009, se pudo leer en los periódicos que allí hubo un incendio subterráneo.

Saludos
Epi

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

La turba constituye la primera fase y la antracita la última de la conversión de la vegetación en carbón en el agua de humedales, pantanos y marismas. Como es lógico lo que hoy es turba dentro de centenares de millones de años será lignito, hulla o antracita.

Saludos
Epi