III….OOO.
Así suena la sirena de la ambulancia que se acerca a nosotros para alejarse
después. Si nos detenemos a analizar lo que hemos oído notamos que el tono del
pitido se vuelve más alto cuando el vehículo viene que cuando se va. Efectivamente,
los físicos han comprobado que la frecuencia del sonido aumenta o disminuye
según el emisor se mueva hacia nosotros o se aparte. Y más de alguno ha
maldecido la precisión de este efecto, al recibir una multa por exceso de
velocidad, velocidad que un meticuloso policía ha calculado usando un aparato
medidor de frecuencias.
Con
la luz sucede el mismo fenómeno: la frecuencia –o sea el color, dicho con otras
palabras- de la luz emitida varía cuando la luminaria se mueve. Así lo
comprueban los astrónomos al analizar la luz de las estrellas de nuestra
galaxia y compararla con la del Sol. Al descomponerla en sus colores
componentes observan unas líneas oscuras que corresponden a las frecuencias de
la luz que absorbieron los átomos estelares; pues bien esas frecuencias tienen
un valor diferente que el que presentarían si los átomos estuviesen en la
Tierra. Deducen del fenómeno que, si la frecuencia disminuye, la estrella se
aleja y, si la frecuencia aumenta, la estrella se acerca (para entendernos, si
se tratase de luz amarilla diría que el color podría convertirse en rojo o azul
según se aleje o acerque); y observan la misma cantidad aproximadamente de unas
como de otras. Surgió la sorpresa al repetir el análisis con la luz de las
galaxias: las frecuencias detectadas en la luz emitida por cada una eran
ligeramente inferiores a las que detectaban en el Sol (llamaron desplazamiento
hacia el rojo al fenómeno, porque los valores medidos se acercan a la
frecuencia de la luz roja). Coligieron que todas las galaxias se alejan entre
sí; y que, por lo tanto, en algún momento debieron estar juntas: suponemos que
ese momento constituye el origen del universo.
Inmediatamente
los astrónomos trataron de averiguar el tiempo que han tardado en separarse las
galaxias hasta el momento actual: para ello midieron la distancia a que se
encuentran dos galaxias y su velocidad de alejamiento, hicieron el cociente
entre ambos valores y el tiempo obtenido, trece mil ochocientos millones de
años, corresponde aproximadamente a la edad del universo. Y digo
aproximadamente porque he obviado algunos matices en esta deducción.
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