La
Organización Mundial de la Salud ha estimado que, debido a la obesidad, cada
año mueren dos millones seiscientas mil personas, y que mil millones de adultos
y cuarenta y dos millones de niños menores de cinco años tienen sobrepeso.
Cierto, en el siglo XXI la obesidad se ha convertido en una epidemia mundial. Considerando que los expertos definen esta enfermedad como una acumulación de grasa perjudicial
para la salud comprendo la impopularidad de estos nutrientes para los humanos; una opinión no compartida por todos los animales –si pudiesen pensar-, porque lo
que nos perjudica a nosotros puede ser imprescindible para ellos.
Antes
de continuar el parlamento le pido a un bioquímico que me diga qué son los
grasas: moléculas formadas por la unión del glicerol con tres ácidos grasos,
preferentemente, el palmítico, el esteárico o el oleico; y a un fisiólogo que me aclare la función que ejercen en el organismo: proporcionan energía cuando se
queman a baja temperatura. Si continúo la indagación me entero que en la
reacción anterior también se produce dióxido de carbono y agua; concretamente, por
cada kilo de grasa se liberan ocho litros de agua y dos décimas. Seguro que el
ingenioso lector ya ha adivinado una posible utilidad para estas sobras: los
animales adaptados a ambientes desérticos -piénsese en los camellos y
dromedarios- disponen de un importante almacén, que puede llegar a los ciento
ochenta y dos litros de agua, en los quince o veinte kilogramos de grasas que hay en las jorobas.
Agobiado
por el calor, abandono el desierto para irme a refrescar al océano. Ahí también
hallo animales que usan las grasas -el aceite de espermaceti- para un fin
insospechado: mantener la flotabilidad. Como el ilustrado lector sabrá los
cachalotes cazan los calamares que viven en aguas profundas; y pueden hacerlo
porque no efectúan esfuerzo alguno para mantenerse sumergidos en el agua. Para controlar
su flotabilidad estos gigantescos animales regulan su flujo sanguíneo: a la
temperatura corporal el espermaceti está líquido; pero durante la inmersión el flujo
sanguíneo de la cabeza -donde se acumula el aceite- disminuye, la temperatura baja,
el aceite se solidifica y aumenta su densidad hasta que se iguala a la del agua
profunda. Para volver a la superficie el proceso se invierte: aumenta el riego
sanguíneo, las grasas licúan, la densidad disminuye. Maquinaria dispuesta:
calamar atrapado. ¡Benditas grasas!, exclamaría el cachalote si pudiera hablar.
1 comentario:
Estimado amiga
1º Las grasas, además de las ceras, de las moléculas que forman los aceites esenciales y del colesterol y moléculas parecidas forman parte de un grupo de biomoléculas cuyo nombre técnico es lípidos.
2º Los lípidos constituyen la membrana de todas las células: por lo tanto son necesarios. Una célula humana contiene colesterol de forma natural; aunque también es verdad que la estrechez de venas y arterias que propician las enfermedades cardiovasculares se debe a una capa que está formada en gran parte por colesterol.
3º La vitamina A no se puede calificar de buena o mala; en cambio, su falta o exceso, en cambio, puede matar. Con el colesterol ocurre lo mismo.
Saludos
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