No existe espacio vacío en el
cosmos; las gigantescas extensiones entre
las galaxias son lo que más se aproxima. El futuro viajero que
se adentre en las regiones interestelares de nuestra galaxia apenas encontrará un
átomo en cada centímetro cúbico de espacio, casi nada comparado con los cincuenta trillones de átomos
que contendría el mismo volumen lleno de aire; pero a medida
que sobrepase los límites de la Vía Láctea hallará desiertos más áridos todavía cuando
contabilice un solo átomo en un cubo de un metro de lado (un contraste
mayor que el existente entre la densidad del agua y el aire). No obstante, errará quien deduzca
que escasea la materia entre las galaxias, porque incluso el más remoto paraje
está inundado de un tenue gas cuya masa, probablemente, supera la masa de todas las estrellas y galaxias del universo. Y
no está uniformemente distribuido; tiende a agruparse en una enorme red cósmica
de filamentos que se entrelazan a través de inmensos huecos.
¿Para qué estudiar esta neblina -se preguntará el inteligente lector-, cuando
el resto del universo está repleto de objetos tan interesantes como las galaxias,
estrellas y planetas? Porque mediante el estudio de la materia intergaláctica los
astrónomos esperan encontrar las claves para entender el nacimiento de las galaxias.
Unos cuatrocientos mil años después
de la gran explosión el universo era muy diferente del nuestro: había sólo un gas
casi uniforme de átomos de hidrógeno y helio cuyas heterogeneidades apenas
alcanzaban una parte en cien mil. Hoy, un número de treinta
y tres cifras separa la densidad del interior del Sol de la del espacio
intergaláctico. ¿Cómo el homogéneo universo primitivo se transformó en el
heterogéneo cosmos actual? Hay un único responsable: la gravedad. El colapso
gravitatorio de las acumulaciones de materia formó las galaxias y
las estrellas; pero la gravedad puede amplificar las fluctuaciones, no crearlas, esto que significa que hubo unas fluctuaciones en la densidad de la
materia al comienzo del universo. Tales turbulencias, las semillas
gravitatorias de la red cósmica que observamos hoy, se manifiestan como
pequeñas heterogeneidades de la radiación de fondo de microondas que, por
cierto, han observado los astrónomos.
Me
tienta decir que ya entendemos el
origen de la red cósmica, pero no es así: las perturbaciones iniciales fueron
tan pequeñas que el tiempo que lleva existiendo el universo resulta
insuficiente para que la gravedad haya formado las galaxias actuales. ¿Cómo
salvar esta dificultad? Suponemos que existe materia oscura, una hipótesis que comentaré otro día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario