La
molécula de colesterol es imprescindible para la vida animal; lo afirmo así de
rotundo. Y lo es debido a las numerosas funciones que ejerce: componente de las
membranas de las células, precursor de la vitamina D y, por lo tanto,
esencial para absorber calcio, y precursor de las hormonas sexuales
progesterona, estrógenos y testosterona, y de las hormonas de la corteza de las
glándulas suprarrenales cortisol y aldosterona. El cuerpo humano no sólo sintetiza
el colesterol, sino que lo hace de una forma regulada: la alta ingestión
disminuye su producción y viceversa. Además, se deshace de él convirtiéndolo en las imprescindibles sales biliares, que se desechan con las heces fecales.
La
mala fama del colesterol se debe a que los médicos han averiguado que las
enfermedades cardiovasculares, infartos incluidos, pueden comenzar con una
inflamación de las arterias que estrecha su diámetro interno, debido al
depósito de colesterol en sus paredes (aterosclerosis llaman a este síndrome). Dedujeron
del hecho que el exceso de colesterol en la sangre debería ser malo; sin
embargo, hallaron que su concentración en el plasma sanguíneo (entre ciento
cincuenta a doscientos miligramos cada decilitro en individuos sanos) no guarda
relación con el riesgo de la enfermedad. Se trata de un asunto más complejo: el
colesterol plasmático existe en forma de grandes partículas: unas, las
lipoproteínas de baja densidad (LDL), transportan el colesterol desde el hígado
a los tejidos, otras, las lipoproteínas de alta densidad (HDL), hacen el
recorrido inverso; una concentración sanguínea alta de las primeras, popularmente conocidas como
colesterol malo, causa aterosclerosis y aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares; las
segundas, conocidas popularmente como colesterol bueno, protegen el sistema cardiovascular. Me apresuro a indicar,
pensando en el lector aprensivo, las concentraciones recomendadas de ambas:
menor que cien miligramos cada decilitro para la LDL y mayor de sesenta para la
HDL.
No
puedo abandonar el tema sin mencionar la teoría expuesta en el artículo “Colesterol
LDL: ¿Colesterol “malo” o mala ciencia?”. Su autor, Anthony Colpo, considera
que atribuir la causa de la aterosclerosis al colesterol LDL es una hipótesis
simplista y científicamente insostenible; el heterodoxo investigador estima que la LDL oxidada existente en el plasma, que
depende del estado antioxidante de cada individuo, es la causa de la aterosclerosis. El
escritor, indeciso, se aplica a sí mismo la máxima de Ludwig Wittgenstein: “de
lo que no se puede hablar se debe guardar silencio”.
2 comentarios:
Estimado amigo
Wittgenstein no fue médico ni científico, fue un filósofo discípulo de Bertrand Russell.
Saludos
Epi
Estimado amigo
Siendo los huevos uno de los alimentos que más colesterol contienen, se pueden comer porque también contienen otras sustancias (lecitina, fosfatil colina) que impiden la mayor parte de su absorción.
Saludos cordiales
Epi
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