sábado, 3 de mayo de 2014

Ratas topo desnudas: la suerte de la fea la hermosa la quisiera


La rata topo desnuda africana (Heterocephalus glaber) es una criatura ciega, sin pelo, de aspecto repulsivo y del tamaño de un dedo. En contrapartida a su fealdad, la naturaleza la ha dotado de un organismo privilegiado. Los científicos creen que estos roedores guardan el secreto de la supervivencia tras un ataque al corazón o un derrame cerebral. Fijémonos en su estilo de vida: imagínese doscientos individuos en una caja de zapatos enterrada cuatro metros bajo tierra; en colonias, apretados en túneles subterráneos, las ratas topo lampiñas sobreviven en condiciones extremas. Sus habitáculos no son solo pobres en oxígeno, sino ricos en dióxido de carbono; en tales condiciones la mayoría de los animales enfermarían; sin embargo, ellas son capaces de soportar media hora de hipoxia extrema sin que sus células cerebrales queden dañadas (ningún mamífero aguanta tanto sin respirar). Sí, estos feos animalitos pueden darnos importantes pistas sobre cómo mantener el cerebro vivo cuando el oxígeno es escaso; los fisiólogos han encontrado la estrategia que usan las ratas topo desnudas para tolerar la falta de oxígeno: durante la ausencia de oxígeno cierran los canales de calcio que tienen las células del cerebro, y así protegen a las células de una sobredosis de calcio que resulta letal; se trata del mismo mecanismo que tienen los humanos recién nacidos y que los adultos hemos perdido.

La rata topo lampiña no solo tiene una longevidad asombrosa (vive veintitrés años de media, frente a los ocho del resto de los roedores), sino que, además, no muestra síntomas de envejecimiento; su organismo parece desafiar las leyes de la biología: por un lado, sus células no acusan síntomas del estrés oxidativo, que está vinculado al proceso de envejecimiento, por otro, los extremos de sus cromosomas son excesivamente cortos, lo que debería impedir su longevidad.

¿Por qué este singular animal no desarrolla cáncer de piel? Andrei Seluanov y Vera Gorbunova sospecharon que una variedad del ácido hialurónico (HMW-HA), un azúcar involucrado en la reparación del tejido que abunda en las células cutáneas de la rata topo desnuda, evita que las células cancerígenas se dividan. Para comprobar su hipótesis suprimieron el HMW-HA: el tejido se volvió susceptible al cáncer. Afortunadamente ya se usan variedades del ácido hialurónico para aliviar el dolor de la artritis en las articulaciones de las rodillas y como relleno cosmético en las arrugas; esperemos que también resulten anticancerígenas.

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