sábado, 24 de mayo de 2014

Medir terremotos

Los terremotos probablemente sean los fenómenos geológicos más destructivos, tanto, que un seísmo puede desestabilizar a un estado. Sucedió en Esparta. Los campesinos, llamados ilotas, eran considerados una propiedad adscrita a la tierra que formaba parte de los bienes de los aristócratas; podían casarse y procrear, quedarse con el fruto de su trabajo y era ilegal comerciar con ellos; pero la crueldad de sus amos era tan extrema que incluso había rituales para su parcial exterminio. En el año 464 antes de la era cristiana un seísmo de gran intensidad (siete con dos décimas) arrasó la ciudad, ocasionó la muerte de más de veinte mil espartanos y provocó el caos: los ilotas aprovecharon la oportunidad para sublevarse; la rebelión, que duró diez años, alcanzó tales proporciones que la hicieron merecer el nombre de tercera guerra mesenia.

Sí, quizá los seísmos sean el fenómeno geológico más catastrófico; contabilizamos siete que superan los cien mil muertos en el segundo milenio de nuestra era; y el riesgo ha aumentado en el siglo XXI: más de la mitad de las ciudades con un millón de habitantes están a menos de doscientos kilómetros de un foco sísmico peligroso. Aunque el número de fallecidos es una manera de medir la magnitud de los terremotos, los científicos prefieren emplear escalas menos tétricas. Un terremoto es una sacudida brusca de la corteza terrestre, una liberación de energía acumulada en una falla (una región fracturada) que se propaga mediante ondas; por ello la escala que mide la cantidad de energía liberada –apellidada de Richter- es la más empleada. Presenta un grave inconveniente: todos los terremotos grandes presentan magnitudes similares; por ello los geólogos la han sustituido por otra, la escala de magnitud del momento sísmico, que coincide con su predecesora en los seísmos pequeños (inferiores a siete). Es habitual que la prensa comunique la magnitud de un terremoto en la escala de Richter; lo que no constituye un error en los terremotos de intensidad pequeña. En cualquier caso, se trata de escalas logarítmicas: lo que significa que el aumento (o disminución) de una unidad supone que el terremoto es treinta y dos veces más (o menos) energético.

Ya puedo indicar, al amante de estadísticas, que la magnitud de los siete seísmos más trágicos del milenio pasado estaba comprendida entre ocho y siete con tres décimas; y que, como media anual, se produce en nuestro planeta un terremoto de magnitud mayor que ocho y quince entre siete y ocho. ¡Que no está nada mal!

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