sábado, 8 de marzo de 2014

La navegación de las aves, con brújula incorporada


Hombres sabios ya fallecidos recopilaron viejas historias y las escribieron de nuevo, combinándolas con relatos de viajes; una de ellas cuenta el peregrinaje de Jasón en busca del vellocino de oro, otra el retorno de Ulises a su hogar, y una última, el trayecto de Teseo para matar al Minotauro. Periplos que pueden confundirse con los itinerarios de las constelaciones, de la doncella y el toro, del león y el arquero, del escorpión y el escanciador, de sus repetidos ascensos sobre el horizonte y de sus caídas. Sí, desde que un humano abandonó su hogar, levantó la vista al cielo y navegó hacia lo desconocido se ha orientado por las estrellas.

¿Y las aves? ¿Cómo se orientan las aves? Para emigrar a través del globo las golondrinas, estorninos, gaviotas o palomas no sólo utilizan información procedente del Sol, la Luna y las estrellas, sino también del campo magnético terrestre, a todos los efectos es como si llevaran una brújula magnética incorporada. ¿Qué datos disponemos para efectuar esta temeraria afirmación? Bill Keeton comparó la habilidad de dos grupos de palomas mensajeras para volver al palomar: en uno, colocó unas placas inertes de latón en la cabeza de los animales, en el otro, placas de material ferromagnético (inutilizan un sensor magnético); en un día nublado (que excluye la orientación por el Sol) regresaron las que tenían latón; en un día soleado todas. En experimentos posteriores se sustituyeron las placas por un dispositivo capaz de generar un campo magnético variable: los investigadores comprobaron que la dirección del vuelo dependía de la dirección del campo magnético artificial. Las observaciones de los participantes en competiciones colombófilas confirman la sensibilidad magnética de las palomas: durante las tormentas geomagnéticas sólo un pequeño porcentaje de las aves regresa al palomar. Los biofísicos han establecido dos posibles mecanismos capaces de detectar el magnetismo terrestre: o bien existen sensores en el pico del animal que contienen partículas de magnetita –un material magnético- o bien existen moléculas (criptocromos) en los ojos que convierten la señal magnética en señal visual; Henrik Mouritsen y sus colaboradores han demostrado que ambas hipótesis son correctas: las aves migratorias poseen dos sentidos magnéticos y con uno de ellos ven literalmente el campo magnético.

No, no son inútiles los conocimientos que adquirimos al efectuar estos experimentos, podrían ayudarnos a entender los cambios que el magnetismo causa en las moléculas y células: un saber valiosísimo para quienes a diario recibimos gran cantidad de radiación electromagnética: radio, televisión, teléfonos móviles...

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