No
me resisto a citar un experimento que realizó el psicólogo Wolfgang Köhler.
Tome el lector curioso un bolígrafo y dibuje una estrella irregular. ¿Está? Dibuje
otra silueta, en la que haya convertido los trazos rectos de la estrella en
lóbulos. Ahora imagine que alguien llama a una figura booba y a la otra kikí.
Trate de adivinar el nombre de cada una. Noventa y cinco de cada cien consultados
asigna kikí a la estrella y booba a la forma redondeada. ¿Por qué? Y ya metido
en asuntos filológicos, ¿se preguntó alguna vez cuál fue la lengua de los
europeos prehistóricos?
Según
la investigación lingüística reciente, pueblos emparentados con los vascos poblaron
en el pasado casi toda Europa. Sus huellas todavía permanecen: muchos nombres geográficos
de ríos, montañas, valles y lagunas provienen de lenguas preindoeuropeas que
presentan muchas conexiones con el vasco (el lector erudito sabrá que el celta,
latín, griego y casi todas las lenguas actuales de Europa son indoeuropeas). Sin
ir más lejos: el Ebro, nombre de origen vasco, atravesaba una zona que en
tiempos romanos hablaba ese idioma, que todavía se mantiene. Los vascones
(designación latina de los vascos) pusieron esos nombres; se trataría de
comunidades que sobrevivieron al período glacial en refugios de la región
pirenaica, y desarrollaron una lengua común; y que, cuando los glaciares comenzaron
a fundirse, se desplazaron hacia el norte y centro de un continente despoblado,
dando nombre, allí, a los accidentes geográficos.
El
estudio genético ha llegado a idéntico resultado: los actuales vascos no son un
grupo biológico marginal, sin parentesco con el resto de los europeos; al
contrario, su genotipo se halla en la población del continente. El oeste,
centro y norte de Europa se repobló, después de la glaciación, desde un
territorio ubicado entre el norte de España y el sur de Francia. Tres cuartos
de los europeos actuales proceden, por vía matrilineal, de una población
europea del período preglacial, estrechamente emparentada con los vascos.
Elisabeth
Hamel, Theo Vennemann y Peter Forster han proporcionado una nueva interpretación
de la colonización de Europa después de la última glaciación (cuyo apogeo data
de hace veinte mil años). Al final de la glaciación se formó, en la región que
abarca ambos lados de los Pirineos, la cultura magdaleniense, cuyos
representantes -los vascones- repoblaron Europa tras el período glacial, y llevaron
su lengua a todo el continente. No exageran al afirmar que todos los europeos
somos vascos.
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