En
el año 2011, los físicos han logrado convertir las partículas que existen en el
vacío en fotones, o sea en las partículas componentes de la luz. ¿No se ha
sorprendido el lector suspicaz? ¿Si el vacío está vacío cómo van a existir
partículas en él? ¡Imposible! Querido y escéptico lector sigue leyendo y te
enterarás cómo unos físicos suecos han obtenido luz de la nada. ¡Nada menos!
El
experimento efectuado por un grupo de científicos de la Universidad de Chalmers
(en Suecia) se fundamenta en uno de los más extraños postulados teóricos de la
mecánica cuántica: el espacio vacío... no está vacío. La teoría cuántica
predice que el vacío puede imaginarse como una espuma en la que multitud de
partículas revolotean: surgen de la nada y en ella desaparecen. Su existencia
es tan fugaz que se las describe como virtuales; sin embargo, pueden tener
efectos tangibles. En 1940 el físico Hendrik Casimir aventuró que dos metales planos
muy próximos, colocados en el vacío, se atraerían debido al empuje de las partículas
virtuales. Un halo de misterio ha rodeado a este efecto, que pronostica la
existencia una fuerza que aparece de la nada, hasta que, en 1997, Steven
Lamoreaux acometió un experimento que convirtió la teoría en realidad: necesitó
acercar las placas a milésimas de milímetro, pero consiguió medir la fuerza; y es
tan habitual que, en la actualidad, los diseñadores deben tenerla en cuenta
para que no altere el funcionamiento de las minúsculas nanomáquinas.
No
se han detenido los esfuerzos de los físicos en este campo: los teóricos han
predicho que podrían conseguir un efecto similar (aparece energía de la nada) con
un único espejo. Si lograsen moverlo muy rápidamente -arguyen-, absorbería la
energía de los fotones virtuales y los emitiría como fotones reales. Resulta
muy difícil realizar el experimento pues se necesita que el espejo vibre en el
vacío a velocidades cercanas a la de la luz (recuerde el lector perplejo que,
en un segundo, la luz da algo más de siete vueltas alrededor de la Tierra);
pero al final lo consiguieron. Utilizando como espejo un dispositivo
superconductor (SQUID) obtuvieron un resultado maravilloso: una lluvia de
fotones saltaba del vacío. El experimento se ha convertido en otra prueba de la
bondad de la mecánica cuántica; otra más… que no logrará convencer a los
partidarios del clásico sentido común.
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