sábado, 5 de noviembre de 2011

Fábula sobre los lobos

     Los documentales del naturalista español Félix Rodríguez de la Fuente, pionero en la defensa de la naturaleza, me impresionaron profundamente. Recuerdo con cariño a aquellas hermosísimas imágenes y las ideas que las acompañaban: los lobos y las aves rapaces no eran alimañas para matar, sino compañeros con los que convivir. Los libros de Jack London, primero, y los de Miguel Delibes después contribuyeron a remachar la misma idea; que reverdeció en 1999, cuando devoré “Un viejo que leía novelas de amor” de Luis Sepúlveda. Y si el lector, además de erudito, es amante de la naturaleza consiga el discurso con el que Miguel Delibes entró en la Real Academia de la Lengua Española en 1975: le emocionará.

     Sí, tiene razón el amoscado lector, está en un escaparate de curiosidades científicas y no literarias; siga leyendo y se enterará de los argumentos científicos por los que debe respetar a los animales: el sermón inicial no iba descaminado. El impacto que la vuelta de los depredadores ha causado en el medio ambiente se puede observar en el Parque de Yellowstone, en EEUU, donde los lobos fueron reintroducidos a mediados de la última década del siglo pasado. Los biólogos comprobaron que la ausencia de lobos entre 1926 (fueron exterminados) y 1995 coincidió con una disminución en la población de castores. La investigación del doctor Doug Smith sugiere que los depredadores no influyen solamente en el número de animales que se alimentan de plantas, sino que -a través de una serie de complejas interacciones en el ecosistema- también ayudan a recuperar el bosque.

     Los lobos se comen a los alces, que se comen a los sauces, que necesitan los castores; pero desde que los lobos regresaron, los castores también lo hicieron... gracias a que aumentó el número de sauces. La pieza perdida del rompecabezas era el lobo, el depredador que encabeza la cadena. Ahora que los castores retornaron y han empezado a construir más presas, el nivel del agua en zonas deforestadas ha empezado a aumentar, restaurando las poblaciones de árboles que requieren de mucho líquido, como los sauces.

     El doctor Smith considera a los lobos como factores cruciales para evitar la destrucción ambiental. Sabemos que compiten con nosotros y que a veces nos matan; pero la recompensa de reintroducirlos supera los riesgos que entrañan. Los humanos debemos convivir con los depredadores y dejar de odiarlos: por nuestro propio interés.

4 comentarios:

noon dijo...

Hola Epi
Existe un pequeño gusano de unos 10 mm de longitud, el tremátodo Schistosoma haematobium, que vive en el interior del cuerpo humano, causándole graves lesiones e incluso la muerte.
En su fase adulta, machos y hembras residen en la vena porta humana, donde copulan. Las hembras, una vez fecundadas, abandonan esta vena y se dirigen a los capilares de la vejiga en donde depositan los huevos. Estos, atraviesan los vasos y la pared de la vejiga y caen en su interior, para ser expulsados con la orina.
Una vez en el agua de algún río o charca, de los huevos sale una larva que se aloja en el interior de un caracol de agua dulce. En el hepatopáncreas de este animal la larva da lugar a numerosos esporocistos que abandonan el caracol y nadan en el agua. Valiéndose de unas espinas de su parte anterior, penetran en los folículos pilosos de la piel de un humano, cuando ésta se encuentra en contacto con el agua contaminada.
En unos diez minutos consiguen atravesar la piel y, a través de las venas, van al corazón, de ahí al pulmón y nuevamente a la parte izquierda del corazón para pasar a la vena porta y transformarse en adultos al cabo de dos o tres meses.
¿Crees que deberíamos conservar a este animal? ¿Existirá algún abnegado ecologista voluntario para ofrecerle su cuerpo y evitar su extinción? Seguramente el ecosistema en el que se desenvuelve este parásito lleva coexistiendo con él al menos varios miles de años, y su falta produciría desequilibrios en dicho ecosistema. ¿Debería por tanto protegerse mediante leyes medioambientales?¿O deberíamos erradicarlo por el bien de la humanidad como ya hemos hecho con el virus de la viruela?
Saludos

C. Armesto dijo...

El 13 de agosto con el título de “El derecho a la vida” publicaba en este blog un comentario que empezaba: “Sostengo que todos los animales tienen derecho a la vida y que los humanos no debemos atribuirnos el poder de decidir sobre la supervivencia o extinción de una especie; fíjese bien el lector meticuloso que no me refiero a la vida o muerte de un individuo concreto, sino a una especie”.

Y acababa: “Varias especies de insectos nos transmiten graves enfermedades infecciosas: el paludismo (los mosquitos Anopheles), la enfermedad de Chagas (los chinches), la enfermedad del sueño (la mosca tse-tse), la fiebre amarilla y el dengue (el mosquito Aedes aegypti), el tifus (los piojos y unas pulgas), la peste bubónica (otras pulgas), la leishmaniasis (las moscas de arena o jejenes), las filariasis y elefantiasis (las moscas y mosquitos Anopheles, Culex, Aedes y Mansonia). Estoy abierto a nuevos argumentos, pero, por ahora, no hallo la manera de convencerme de que la extinción de alguno de estos insectos no presente más ventajas que inconvenientes.”

Expuesta mi ideología voy a hacer algunas preguntas.

El virus del SIDA saltó de los primates al hombre, sucedió lo mismo con el Ébola y otros virus igual de letales. ¿Debemos exterminar a todos los primates para asegurar nuestra salud?

Sabemos que cerdos, jabalíes, zorros, vacas y muchos mamíferos y aves son reservorios de virus y parásitos que pueden mutar y saltar del animal a nosotros. ¿Debemos exterminar a todos los mamíferos y aves para asegurar nuestra salud?

Muchos predadores compiten con nosotros por una fuente de proteínas animales. ¿También debemos exterminar los animales?

Cualquier ser vivo compite con nosotros por la energía, por el agua, o por los alimentos. ¿Debemos exterminarlos a todos? ¿Sólo nosotros podemos existir en el planeta?

Una última pregunta ¿Qué causa más muertes humanas las serpientes venenosas, los tiburones y todos los mamíferos juntos o los coches? ¿Suprimimos los coches o aprendemos a convivir con ellos?

¿Somos los humanos una plaga? Analiza las características que cumple una especie para considerarse plaga, aplícaselas a los humanos, ¿qué resultado obtienes?

Y todavía existe otra línea argumental: la mayoría de los ecosistemas no están bien conocidos y por si fuera poco son sistemas no lineales; sistemas que todavía estamos empezando a conocer. Imagina que al suprimir el esquistosoma, u otro parásito, también suprimimos una especie desconocida que contiene una sustancia que mata cualquier célula cancerosa. ¿Habríamos conseguido más ventajas o más inconvenientes al actuar sobre el ecosistema? También puede ocurrir que suprimiendo una especie ocupe su nicho otra peor. Ya sabes lo que suele suceder cuando, en sistemas complejos, dejamos operar la ignorancia.

Saludos cordiales
Epi

noon dijo...

Estimado Epi
Que los virus del SIDA o del ébola provengan de los primates, evidentemente, no nos da derecho a eliminar a los primates, pero sí a esos virus. De este modo también libraríamos a nuestros “primos” de semejantes plagas.
Igual argumento se debería emplear con virus procedentes de cerdos, jabalíes, vacas y otros mamíferos.
Cuando dices que muchos predadores compiten con nosotros por más proteínas animales, realmente no sé a qué te refieres. Del total de proteína animal consumida por los humanos durante el 2010, más de la mitad fue producida por acuicultura, en instalaciones marinas de todo tipo. Y este porcentaje aumenta año tras año.
En cuanto a la proteína animal continental, casi el cien por cien de la consumida por los humanos proviene de granjas y establos. Sólo un porcentaje insignificante nos llega de la caza.
Evidentemente, debemos conservar la riqueza y variedad de los ecosistemas. En ello nos jugamos nuestro futuro. Pero sabemos que los ecosistemas evolucionan. Existen especies que aparecen y otras desaparecen, y el ecosistema sigue con pequeñas modificaciones (acuérdate de los dinosaurios). Esto ha sucedido en la Tierra, ininterrumpidamente, desde hace unos 3500 millones de años, y debemos procurar que continúe ocurriendo.
Ahora, eso sí, desde el momento en que hemos llegado nosotros, debemos hacerlo protegiendo nuestros intereses, intentando que ninguna especie nos quite de en medio.
¿Somos los humanos una plaga para los demás seres? Creo que no. Nos necesitamos mutuamente. Es más, si a partir de ahora lográramos sobrevivir unos cientos de años, creo que incluso podríamos incrementar los lugares habitables del Sistema Solar y servir de “sembradores”, en otros mundos, de muchas de las especies con las que compartimos tanta historia común en nuestro planeta. Ellas, por sí solas, jamás lo lograrían.
Saludos.

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

1º Comparto contigo, y con Sagan, Asimov y Clarke, la idea de que nuestro destino, el destino de la humanidad está en las estrellas: primero debemos colonizar el sistema solar y después extendernos más allá.

2º Completo, con estadísticas de la FAO, los datos que mencionas sobre el consumo humano de proteínas animales: la producción mundial de carne (en el 2000) es 229 miles de millones de kilos; y la suma de pesca y acuicultura (en 2002) es 130 miles de millones de kilos.
Pero estos datos carecen de importancia para el desarrollo de mi argumentación.

3º El meollo de mi argumentación consiste en que el planeta tiene unos límites y en que el crecimiento desaforado de la humanidad ha sobrepasado esos límites. Transcribo un dato (existen más) aportado por Jonathan Foley en Nature (2009) e Investigación y Ciencia (2010): “En la actualidad, el hombre gasta entre la tercera parte y la mitad de toda la energía derivada de la fotosíntesis del planeta”. Somos varios millones de especies en la Tierra y sólo una gasta… ¡quizá la mitad de la producción de todo un planeta! Excluye a un par de cientos de especies que usamos para alimentarnos y el resto… ¿no te parece que tratamos al resto de seres vivos como competidores y enemigos si nos apropiamos de la mitad de la producción de todo el planeta?

4º Cierto que los ecosistemas evolucionan; unas especies desparecen y se forman otras. Pero ese no es el problema. El problema consiste en la velocidad de desaparición. El valor de la pérdida de biodiversidad (medido en número de especies desaparecidas por cada millón de ellas y cada año) en la época preindustrial era 0,1-1; la actual es superior a 100. Los números son contundentes. Durante los últimos quinientos millones de años ha habido sólo cinco grandes extinciones biológicas que afectaron a todos los seres vivos terrestres. Entre 1900 y 2100, se estima que la velocidad de desaparición ya es similar a cualquiera de esas cinco. Y el causante de la sexta gran extinción, no es un asteroide (como en la extinción de los dinosaurios), ni otro fenómeno astronómico o geológico, la actividad antrópica, o sea nosotros somos los causantes. En doscientos años, un tiempo ínfimo a escala geológica hemos metido en el planeta seis mil millones de humanos: que quieren comer, vestir, beber, tener casa, coche…

5º ¿Somos una plaga? Tú crees que no, otros creen que sí. Yo no creo nada: como científico no lo sé, sólo me atengo a los datos y no a las creencias. Me gustaría que tuvieras razón, pero leo los datos globales sobre el planeta y me indican que es posible que lo seamos (si no lo somos ya). Nada está determinado amigo mío; el futuro está abierto y depende de nuestra actuación. Unos sólo quieren ver el lado bueno de nuestra naturaleza y otros sólo el lado egoísta; pero si no somos conscientes de ambos condenamos a la biosfera a la sexta gran extinción. ¿Qué pensarán nuestros descendientes (si los hay) de nosotros? ¿Qué piensas tú de los grandes destructores de la historia?

Saludos cordiales

Epi