sábado, 8 de octubre de 2011

El detector de mentiras y el lenguaje corporal

El lector instruido conocerá el polígrafo -habitualmente llamado detector de mentiras-; se trata de un instrumento utilizado para registrar respuestas fisiológicas de un sujeto, como la presión arterial, el ritmo cardíaco, la frecuencia respiratoria y la resistencia eléctrica de la piel, ante determinadas preguntas. Se utiliza para determinar si el entrevistado miente, y se fundamenta en la hipótesis de que la fisiología cambia cuando la persona engaña. Sus defensores le atribuyen una fiabilidad entre el ochenta y el noventa y cinco por ciento, y –arguyen- se admite como prueba judicial en varios países. Sin embargo, muchos científicos niegan la validez del polígrafo como detector de mentiras: un informe de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos estimó que, de aplicarse el polígrafo a diez mil personas, de las cuales diez fueran espías, en el resultado más probable serían identificados ocho culpables… y también mil quinientos noventa y ocho inocentes.

A falta de un aparato fiable, plagio los consejos que un consultor en lenguaje corporal da a sus clientes para descubrir una mentira. Cuando su oyente repite la pregunta que le han hecho declara –sin pretenderlo- que necesita tiempo, ¿para inventar la respuesta? Si en algún momento su interlocutor acerca las manos a la boca o nariz, los psicólogos han comprobado que suele engañar. La sudoración de la frente es un indicio de que la persona está nerviosa, ¿quizá porque tiene que inventar una explicación? Cuando engañamos esperamos que nuestro interlocutor nos crea y para ello mantenemos los ojos fijos en él, escrutando su rostro;  mantener la mirada fija, pero también evadirla totalmente o mirar para abajo señala que esconde algo. Quien se justifica innecesariamente, probablemente se siente culpable, ¿de engañarle? Durante una conversación, si el volumen de voz disminuye casi a la mitad antes de recuperar el volumen normal, probablemente le han mentido en ese momento. Tragar saliva es un proceso automático y habitual, pero si estamos nerviosos -¿por la mentira?- lo hacemos casi deliberadamente, y se nota. Interrogue de manera inquisitiva (si es posible) hasta que su interlocutor se ponga a la defensiva (su cuerpo estará tenso); al acabar el interrogatorio sucederá que, o bien el interrogado contraataca y se defienda (inocente), o bien permanece callado y durante unas décimas de segundo relaja los hombros y suspira (el culpable se sentirá aliviado).

No son infalibles; pero algo es más que nada.

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