sábado, 22 de octubre de 2011

Aromas

     ¿Le gustan al lector sibarita los aromas? Si nunca se ha parado a disfrutar del olor de una rosa, de la fragancia de la lavanda o del aroma del jazmín ha desdeñado un placer exquisito. Y si lo ha hecho, ¿se ha preguntado alguna vez qué sustancias dan olor a las plantas? Se trata de terpenos, un grupo de moléculas, sintetizadas por los vegetales mediante la unión de un único precursor, un número variable de veces. Los químicos los extraen de las plantas en forma de complejas mezclas que llaman aceites esenciales, cuya característica principal, no podía ser otra, es la volatilidad; por ello, a nadie extrañará que se usen primordialmente en perfumería. Se conocen más de tres mil clases de aceites esenciales, muchos de ellos reconocibles por el lector culto: el de pino, ciprés, eucalipto, manzanilla, naranjo, anís, menta, jengibre, laurel; de todos ellos, además del de lavanda, tal vez el más usado, sólo unos trescientos presentan interés comercial.

     Perfumistas y herbolarios han empleado desde tiempos inmemoriales los aceites esenciales, inhalados o aplicados en la piel, para mejorar la salud. La comunidad médica rechaza la validez de esta práctica si se la califica como terapia (aromaterapia), porque -argumenta- no ha pasado los estudios clínicos que demuestren su eficacia. Un ejemplo, unos investigadores de la Universidad Estatal de Ohio han comprobado que el aroma del limón puede subir el estado de ánimo; pero que no influye en el sistema inmunitario. En cualquier caso, si el lector es aficionado a estos menesteres, recuerde que algunos aceites esenciales, sobre todo a dosis elevadas, son tóxicos y pueden ocasionar irritación cutánea o alergias: sea prudente.

     El escritor, contumaz escéptico, sabe que los beneficios de los aromas pueden atribuirse al efecto placebo; pero también ha averiguado que algunos vegetales de los que se extraen los aceites esenciales tienen acción antiséptica; recordemos el uso de las especias, no solo para dar sabor, sino también para conservar los alimentos. Por ello se atreve a escribir que ha notado que el olor del eucalipto (contiene eucaliptol, de reconocida acción antiinflamatoria y analgésica) le sienta bien a sus vías respiratorias; y que los delicados pulmones de un amigo agradecen el aroma de los pinos. Ignoro si en ambos casos actúa el efecto placebo o existe una base fisiológica; pero no me importa. Y por si alguien no ha entendido el discurso, me apresuro a recomendar que, en caso de enfermedad (no de anomalías subclínicas), acuda el lector despistado a un médico sin pérdida de tiempo.

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