sábado, 15 de mayo de 2010

El canto del desierto ¿leyenda o ciencia?


Un sonido melodioso interrumpe el silencio de los desiertos, una música imperceptible procede de las dunas. Marco Polo, el intrépido mercader veneciano, cuenta que, al atravesar el desierto oyó “sonidos musicales, o como el retumbar de tambores”. Se trata de los espíritus malvados del Takla Makan –aseguraban los habitantes de aquellas inhóspitas regiones- que conspiran contra el viajero que osa adentrarse en sus arenas. Nombradas como tambor de arena, arenas musicales, arenas melodiosas, arenas que ladran, arenas sonoras, arenas que aúllan, arenas silbantes o arenas cantarinas; fuente de supersticiones y leyendas, como la Montaña de la Campana, en el Sinaí o la Montaña que Canta, en China, los científicos contemporáneos han detectado el canto de la arena en un centenar, aproximado, de desiertos y playas (ninguna española) de todo el mundo. Hay consenso: la melodía más hermosa proviene de las dunas de Omán.
El canto que emiten las dunas es como un zumbido, que crece y puede durar hasta quince minutos. Los sonidos, intensos, pueden oírse hasta a quince kilómetros de distancia, y pueden variar de tono, unos resultan casi melodiosos, mientras que otros son ruidos, estampidos o rugidos. No todas las dunas cantan, en la mayoría sólo oímos el suave silbido del viento sobre la arena. Las dunas sonoras tienen grandes dimensiones, forma de media luna y una pendiente a sotavento que forma una cavidad de contornos suaves que actúa como caja de resonancia; y cantan cuando se producen avalanchas de arena o cuando alguien se desliza hacia abajo.
Los científicos todavía ignoran el mecanismo de la generación del canto, pero en el año 2006 propusieron una explicación del fenómeno, no tan hermosa como la de las leyendas, pero indudablemente más cierta. Según Stéphane Douady y Bruno Andreotti el choque de los granos de arena, al deslizarse unos sobre otros y sincronizar su movimiento, produce el sonido; las dunas deberían cantar siempre que la arena se deslizara, pero no todas lo hacen, porque los granos deben tener un tamaño, forma y grado de humedad concreto. Melany Hunt –en 2007- propuso otra explicación: la superficie de las dunas debe constar de distintas capas de arena, para que puedan guiar el sonido de una forma parecida a como una fibra óptica canaliza la luz. En cualquier caso, la arenosa capa externa de la duna resuena como la membrana de un gigantesco altavoz, y amplifica el sonido.
Mientras esperamos otra explicación, los solitarios desiertos continúan ofreciendo su melodía a los escasos individuos que los transitan.

1 comentario:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

No podemos confundir el tono del sonido con la intensidad; aquél puede ser agudo o grave, ésta muy intensa o poco; el timbre, en cambio, nos permite distinguir un violín, de un piano, por ejemplo.

Saludos
Epi