Un
sonido melodioso interrumpe el silencio de los desiertos, una música
imperceptible procede de las dunas. Marco Polo, el intrépido mercader
veneciano, cuenta que, al atravesar el desierto oyó “sonidos musicales, o como
el retumbar de tambores”. Se trata de los espíritus malvados del Takla Makan
–aseguraban los habitantes de aquellas inhóspitas regiones- que conspiran
contra el viajero que osa adentrarse en sus arenas. Nombradas como tambor de
arena, arenas musicales, arenas melodiosas, arenas que ladran, arenas sonoras,
arenas que aúllan, arenas silbantes o arenas cantarinas; fuente de
supersticiones y leyendas, como la Montaña de la Campana, en el Sinaí o la
Montaña que Canta, en China, los científicos contemporáneos han detectado el
canto de la arena en un centenar, aproximado, de desiertos y playas (ninguna
española) de todo el mundo. Hay consenso: la melodía más hermosa proviene de
las dunas de Omán.
El
canto que emiten las dunas es como un zumbido, que crece y puede durar hasta quince
minutos. Los sonidos, intensos, pueden oírse hasta a quince kilómetros de
distancia, y pueden variar de tono, unos resultan casi melodiosos, mientras que
otros son ruidos, estampidos o rugidos. No todas las dunas cantan, en la
mayoría sólo oímos el suave silbido del viento sobre la arena. Las dunas
sonoras tienen grandes dimensiones, forma de media luna y una pendiente a
sotavento que forma una cavidad de contornos suaves que actúa como caja de
resonancia; y cantan cuando se producen avalanchas de arena o cuando alguien se
desliza hacia abajo.
Los
científicos todavía ignoran el mecanismo de la generación del canto, pero en el
año 2006 propusieron una explicación del fenómeno, no tan hermosa como la de
las leyendas, pero indudablemente más cierta. Según Stéphane Douady y Bruno
Andreotti el choque de los granos de arena, al deslizarse unos sobre otros y
sincronizar su movimiento, produce el sonido; las dunas deberían cantar siempre
que la arena se deslizara, pero no todas lo hacen, porque los granos deben
tener un tamaño, forma y grado de humedad concreto. Melany Hunt –en 2007-
propuso otra explicación: la superficie de las dunas debe constar de distintas
capas de arena, para que puedan guiar el sonido de una forma parecida a como
una fibra óptica canaliza la luz. En cualquier caso, la arenosa capa externa de
la duna resuena como la membrana de un gigantesco altavoz, y amplifica el
sonido.
Mientras
esperamos otra explicación, los solitarios desiertos continúan ofreciendo su
melodía a los escasos individuos que los transitan.
1 comentario:
Estimado amigo
No podemos confundir el tono del sonido con la intensidad; aquél puede ser agudo o grave, ésta muy intensa o poco; el timbre, en cambio, nos permite distinguir un violín, de un piano, por ejemplo.
Saludos
Epi
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