Antes
de empezar, me disculpo con el lector meticuloso por el discurso que sigue, a
duras penas calificable de científico.
Los
misterios se manifiestan en ausencia del Sol, en algún momento de la noche, ese
instante anterior al cantar de los gallos es el adecuado para descubrirlos. En
esa duermevela del escritor, volando la imaginación, perdido todo contacto con
el mundo real… aparecieron los invasores. Bien equipado de bagajes, las armas
dispuestas, un ejército impasible, inexorable y despiadado oteaba el horizonte
antes de emprender la marcha. A un lado y otro, monstruos de innumerables
formas, fauces de innumerables dientes, garras de incalculable potencia
desgarradora dormían con un sueño tan ligero que un solo roce leve los podía
despertar. En los caminos vírgenes que pretenden hollar las bacterias
asaltantes esperan las sufridas tropas inmunitarias. El tiempo se ha detenido.
Defensores y atacantes se preparan, miden sus fuerzas. La batalla pronto va a comenzar.
En
la primera línea de fuego se hallan las tropas kamikazes (que responden al
inusitado nombre de polinucleares y macrófagos), fieros comandos asesinos que
destruyen y devoran al adversario cuando osa irrumpir en el enclave que
defienden. Pagan caro su arrojo: su destrucción en combate deja un resto
reconocible (el pus) por el observador inocente. Los linfocitos B, los soldados
de infantería, se comportan como buenos profesionales, todos han pasado por la
academia militar (la médula ósea) que les ha proporcionado los fundamentos de
la milicia. En tiempos de paz no permanecen ociosos pues su entrenamiento
consiste en encargarse de la limpieza; pero cuando una agresión se cierne sobre
el territorio que protegen, las instrucciones de sus oficiales los convierten
en fieros guerreros (los implacables plasmocitos), se dotan de armas de última
generación -las temibles inmunoglobulinas-, e, intrépidos, se lanzan al
combate. El corresponsal de guerra no se olvida de señalar que los oficiales y
generales (que responden al ilustre nombre de linfocitos T) emiten linfocinas,
con ellas transmiten sus órdenes a la fiel, sufrida y casi siempre victoriosa
infantería.
El escritor admira al sistema
inmunitario, porque sabe que gana todas las batallas excepto la última, y
porque conoce el trágico fin de los que pierden la guerra.
Miré
los muros de la patria mía
si
un tiempo fuertes, ya desmoronados;
de
larga edad y de vejez cargados,
obedeciendo al tiempo y muerte fría.
2 comentarios:
Estimada amiga
La función de las linfocinas consiste en atraer a los macrófagos; para un bioquímico son proteínas que actúan como mensajeros químicos entre células.
Estimada amiga
Tienes razón doble.
No sólo existen tres tipos de linfocitos: B, T y NK (asesinos naturales), sino también existen varios tipos de linfocitos T: citotóxicos, colaboradores, de memoria, reguladores, gamma-delta, TCR1. Y cada uno de ellos tiene funciones distintas.
Saludos cordiales
Epi
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