Las
semillas caídas en el suelo se convierten en nuevas plantas. ¿Quién fue el
primer humano que se percató del hecho? Ignoramos su nombre, pero sabemos que
su talento fue extraordinario, porque su genial descubrimiento condujo al
nacimiento de la agricultura. Aconteció en el Oriente Medio, hace unos diez mil
años; antes, los humanos basábamos nuestra dieta en frutos secos, tubérculos,
frutas y, de vez en cuando, carne. La alimentación condicionaba nuestros
hábitos: era imposible establecer asentamientos duraderos porque los grupos
debían emigrar a donde hubiese comida. Tras descubrir el secreto que albergaban
las semillas, los humanos aprendimos a domesticar los cultivos; el trigo, la
cebada y el centeno contienen granos nutritivos, fáciles de almacenar y que tienen,
por si fuera poco, valor comercial. En pocas generaciones se produciría una
revolución de costumbres; por primera vez los humanos podíamos abandonar la
vida nómada y levantar ciudades: no es casualidad que las primeras regiones
cultivables, las llanuras aluviales del Nilo, Tigris y Éufrates, Indo y
Amarillo se convirtieran en las cunas de la civilización.
La
humanidad pagó un elevado precio por el progreso: apareció la enfermedad
celíaca, un mal que surge al ingerir el gluten -la proteína del trigo- o
proteínas similares del centeno y la cebada. Anteriormente estaban ausentes de
la dieta; pero al usarse en abundancia comenzaron a matar, sobre todos a niños.
Los individuos sensibles perdían capacidad para absorber los nutrientes de los
alimentos; con dolores abdominales crónicos y diarreas, el cuerpo escuálido y
el vientre hinchado, las víctimas ofrecían el miserable aspecto de quienes
mueren de inanición. La malnutrición acortaba su vida.
La
ignorancia sobre el mal perduró durante siglos; hubo que esperar al final de la
segunda guerra mundial para que se averiguara que el gluten provocaba lesiones
crónicas en la pared del intestino delgado y desencadenaba la enfermedad. ¡Había
que eliminarlo de la dieta! ¿Se imagina el lector consciente las dificultades del
enfermo? Piense que debe prescindir del pan, la harina, las pastas y las
galletas. En la actualidad se ha progresado mucho en el conocimiento de la
enfermedad celíaca: se sabe que se trata de un desorden autoinmunitario, una
patología en la que el sistema inmunitario ataca al propio organismo. Más aún,
los científicos han averiguado que surge de una combinación de tres factores:
la exposición al gluten -o proteínas afines-, una predisposición genética y una
pared intestinal inusualmente permeable. Deducimos que existen tres vías para
prevenir el daño: somos prudentemente optimistas.
1 comentario:
Estimado amigo
La harina de trigo, además de hidratos de carbono, contiene una cantidad apreciable de proteínas (el diez y medio por ciento).
El gluten es un término técnico genérico para referirse a las proteínas que almacena la planta; pero popularmente gluten se identifica con el gluten del trigo y de los cereales que desencadenan la enfermedad celíaca. Quien la padezca no deberá ingerir gluten que contenga gliadina del trigo, hordeína de la cebada o secalina del centeno.
Ni el maíz, ni el arroz desencadenan la enfermedad autoinmunitaria; los últimos informes apuntan a que la avena tampoco.
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