sábado, 13 de marzo de 2010

Inmunidad. La tropa que aman los pacifistas


Antes de empezar, me disculpo con el lector meticuloso por el discurso que sigue, a duras penas calificable de científico.
Los misterios se manifiestan en ausencia del Sol, en algún momento de la noche, ese instante anterior al cantar de los gallos es el adecuado para descubrirlos. En esa duermevela del escritor, volando la imaginación, perdido todo contacto con el mundo real… aparecieron los invasores. Bien equipado de bagajes, las armas dispuestas, un ejército impasible, inexorable y despiadado oteaba el horizonte antes de emprender la marcha. A un lado y otro, monstruos de innumerables formas, fauces de innumerables dientes, garras de incalculable potencia desgarradora dormían con un sueño tan ligero que un solo roce leve los podía despertar. En los caminos vírgenes que pretenden hollar las bacterias asaltantes esperan las sufridas tropas inmunitarias. El tiempo se ha detenido. Defensores y atacantes se preparan, miden sus fuerzas.  La batalla pronto va a comenzar.
En la primera línea de fuego se hallan las tropas kamikazes (que responden al inusitado nombre de polinucleares y macrófagos), fieros comandos asesinos que destruyen y devoran al adversario cuando osa irrumpir en el enclave que defienden. Pagan caro su arrojo: su destrucción en combate deja un resto reconocible (el pus) por el observador inocente. Los linfocitos B, los soldados de infantería, se comportan como buenos profesionales, todos han pasado por la academia militar (la médula ósea) que les ha proporcionado los fundamentos de la milicia. En tiempos de paz no permanecen ociosos pues su entrenamiento consiste en encargarse de la limpieza; pero cuando una agresión se cierne sobre el territorio que protegen, las instrucciones de sus oficiales los convierten en fieros guerreros (los implacables plasmocitos), se dotan de armas de última generación -las temibles inmunoglobulinas-, e, intrépidos, se lanzan al combate. El corresponsal de guerra no se olvida de señalar que los oficiales y generales (que responden al ilustre nombre de linfocitos T) emiten linfocinas, con ellas transmiten sus órdenes a la fiel, sufrida y casi siempre victoriosa infantería.
            El escritor admira al sistema inmunitario, porque sabe que gana todas las batallas excepto la última, y porque conoce el trágico fin de los que pierden la guerra.
Miré los muros de la patria mía
si un tiempo fuertes, ya desmoronados;
de larga edad y de vejez cargados,
obedeciendo al tiempo y muerte fría. 

2 comentarios:

C. Armesto dijo...

Estimada amiga

La función de las linfocinas consiste en atraer a los macrófagos; para un bioquímico son proteínas que actúan como mensajeros químicos entre células.

C. Armesto dijo...

Estimada amiga

Tienes razón doble.
No sólo existen tres tipos de linfocitos: B, T y NK (asesinos naturales), sino también existen varios tipos de linfocitos T: citotóxicos, colaboradores, de memoria, reguladores, gamma-delta, TCR1. Y cada uno de ellos tiene funciones distintas.

Saludos cordiales
Epi