Las
dificultades que deben vencer los pioneros en cualquier tarea suelen ser máximas;
así sucedió con los primeros vegetales que abandonaron el océano -o el rio-
para establecerse en los continentes. Para adaptarse a la vida terrestre, las
algas verdes necesitaban resolver varios problemas relacionados con el cambio
de medio; uno de ellos consistía en evitar el daño de la
radiación ultravioleta, mucho más intensa en la atmósfera que en el agua. Tenían
que protegerse… y lo hicieron. Los ancestros de las plantas desarrollaron la
facultad de sintetizar unos pigmentos, los flavonoides, que captan hasta el
noventa por ciento de la luz ultravioleta e impiden su perniciosa acción
destructiva. El invento les resultó beneficioso; tanto, que todas las plantas han
conservado la capacidad para sintetizar tan útiles pigmentos. Sin embargo, cada
grupo vegetal ha fabricado variedades diferentes que, con el tiempo, añadieron
otras funciones a su tarea original. Algunos, los que dan nombre al grupo,
proporcionan los tonos amarillos a muchos campos y bosques, otros, las
antocianinas, son responsables de la mayoría de los rojos, azules y violetas de
las plantas. Habrá quien crea que el color, más o menos hermoso, resulte
intrascendente para la vida vegetal; yerra quien tan ingenuamente piense. El
color de las flores atrae a los insectos polinizadores: sin ellos el vegetal no
se podría reproducir. El color también hace más apetecibles a los frutos, para
que los herbívoros se alimenten con ellos, y se facilite –así- la dispersión de
las semillas. Los flavonoides no sólo actúan sobre el sentido de la vista, el
olor que proporcionan a la planta puede hacerla más o menos apetecible, incluso
el sabor, amargo de algunos de ellos, y desagradable para los animales, confiere una protección adicional a la planta
que los fabrica.
Estas
polivalentes sustancias, que ejercen múltiples funciones en el reino vegetal,
¿presentan alguna utilidad para nosotros? La contestación es indudablemente
afirmativa. Tienen unas propiedades medicinales inusitadas: su capacidad para
proteger a los vegetales de los perniciosos rayos ultravioleta los convierte en
unos antioxidantes magníficos, además, inhiben el crecimiento de las células
cancerosas, tonifican el corazón, mejoran la resistencia de los capilares,
impiden la formación de trombos en los vasos sanguíneos, rebajan el colesterol, regeneran
el hígado, protegen la mucosa gástrica, y son antiinflamatorios, analgésicos,
antivirales, fungicidas y bactericidas. ¿Es posible? No debe extrañarnos esta
extraordinaria capacidad farmacológica pues conocemos cerca de diez mil moléculas
de flavonoides diferentes y sabemos que muchas plantas tienen unas propiedades
medicinales innegables.
2 comentarios:
Hola, me presento: soy Drosera, una planta carnívora. Como sospecho que no conoces mis usos y costumbres te anuncio que yo también tengo antocianinas y las uso para atraer los insectos, pero no en las flores, como algún mentecato pueda sugerir. Sería absurdo que me alimentase con los amables insectos que vienen a polinizarme, por eso envío este mensaje para evitar la mala fama con la que cualquier malintencionado pudiera difamar a mi pueblo. Cierto que hemos modificado las hojas y con ellas atrapamos los insectos con los que nos alimentamos; pero ninguno de los que nos ayudan, como acabo de resaltar.
Adiós, acabo de leer el artículo y certifico que en él no hay nada que demuestre mala fe ni inquina hacia ninguna de mis hermanas, como me habían anunciado.
Drosera x25z91
Representante de todas las hermanas que viven en las turberas españolas.
Estimado amigo
En los arándanos, ciruelas, manzanas, naranjas y fresas -todos ellos manjares exquisitos- se encuentran flavonoides.
Saludos
C.
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