“Los
muy sabios son fáciles de engañar, porque aunque saben lo extraordinario,
ignoran lo ordinario del vivir, que es más preciso”. Este aforismo, escrito por
Baltasar Gracián y publicado en el año 1647, me condujo a reflexionar sobre la
responsabilidad social del científico porque, aunque al profano le parezca
mentira, la investigación más inocente puede tener una aplicación bélica
inesperada. Optimizar el diseño de los buques para mejorar el transporte
marítimo de mercancías tiene una utilidad innegable. En ello pensaban los
ingenieros cuando se esforzaban por evitar el ruido y las vibraciones que
provoca, en algunas circunstancias, el movimiento del agua en las hélices de
los navíos. ¿En qué consiste este indeseado fenómeno, que responde al sonoro
nombre de cavitación? Los expertos saben que el líquido sufre una descompresión
cuando pasa a gran velocidad por una arista afilada (una hélice,
concretamente); sucede entonces que regiones localizadas del agua se convierten
en vapor, o dicho con otras palabras, que se forman burbujas –cavidades-.
Inmediatamente después de producirse, cuando el vapor regresa al estado
líquido, las burbujas son aplastadas. La implosión, la fuerza ejercida por el
líquido al aplastar la cavidad, genera intensas ondas de presión; ondas que se
disipan en la corriente o que chocan con la pared que se encuentre cerca: como
es fácilmente comprensible, el material que soporta las colisiones se erosiona
y debilita.
Hasta
hace poco tiempo los ingenieros navales se afanaban en eliminar la cavitación,
pero ya han cambiado de estrategia. ¿Por qué? Han descubierto que si un objeto
se mueve a gran velocidad dentro de un líquido, cambia la naturaleza del
fenómeno: se produce supercavitación. Sucede entonces que el líquido alrededor
del objeto se convierte en gas: una burbuja gaseosa rodea al objeto en
movimiento. La fricción con el agua se elimina porque el objeto se desplaza en
un gas. ¡Increíble! La magnitud de la velocidad no es la única diferencia entre
cavitación y supercavitación: aquélla es un fenómeno negativo para la
navegación, ésta ha revolucionado la tecnología del armamento naval. Aunque
muchos datos han sido clasificados como secreto militar, he averiguado que un
torpedo ruso de supercavitación, el Shkvall, recorre trescientos ochenta metros
en un segundo, un poco más de mil trescientos kilómetros por hora ¡debajo del
agua! ¿Debemos alegrarnos o llorar?
1 comentario:
Estimado amigo
La cavitación es indeseable. En las hélices de barcos, submarinos y aviones además de ruido, causa daño y pérdida de rendimiento.
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