Abundan
los estudiantes de física interesados en el Big Bang, los agujeros negros y
demás exóticos fenómenos del universo; pero pocos aprecian mi especialidad, que
es igual de seductora –se quejaba un experto en materia condensada-. Sabemos a
qué se dedican los astrofísicos y los físicos nucleares, pero ¿qué hacen los
especialistas en materia condensada? Si digo que estudian las características
de los sólidos y líquidos, el tema resultará anodino para la mayoría de los
lectores curiosos, por eso añado que también se ocupan en elucidar el
comportamiento de los superconductores, de los superfluidos y de otros estados
en los que se presenta la materia cuando está muy fría. Reconozco que la física
de las temperaturas muy bajas goza de escasa publicidad y, si lo pienso
detenidamente, convengo en que su escaso predicamento es inmerecido. La mecánica
cuántica pronostica extravagantes comportamientos; no los notamos en los
objetos comunes… excepto si los enfriamos mucho. Y aquí está el meollo del
asunto, las elevadísimas temperaturas que imperaron en el primer segundo del
universo quedan fuera del alcance de los mejores aceleradores de partículas,
por el contrario, los investigadores de bajas temperaturas sí han superado a la
naturaleza. Ningún lugar del universo conoció una temperatura menor de dos
grados kelvin y siete décimas (la temperatura del fondo de microondas), pero en
algunos laboratorios se han bajado de las mil millonésimas de grado.
Los
expertos han elaborado unas herramientas teóricas que sirven para explicar
múltiples fenómenos. Los electrones de un metal, por ejemplo, se comportan como
un líquido cuántico que manifiesta una conducta singular: si el experimentador
enfría el metal (o una sustancia superconductora) a menos de cien o doscientos
grados bajo cero, observará que conduce la electricidad sin resistencia y sin
pérdida de energía, y si, mañoso, construye un cable circular, notará que fluye
por él una corriente eléctrica, indefinidamente, sin fuente de alimentación. Observar
a una moneda hecha de un material superconductor deslizarse por encima de un
imán, sin tocarlo, parece magia… aunque el fenómeno sirva para construir trenes
sin ruedas de levitación magnética. Otro peculiar fenómeno sorprenderá a los
profanos: un líquido -el helio a doscientos setenta y un grados bajo cero- sube
espontáneamente por las paredes del recipiente que lo contiene hasta vaciarlo;
y es que los superfluidos contradicen toda idea intuitiva acerca de la conducta
de un líquido.
El
escritor nunca deja de asombrarse ante las maravillas de la naturaleza.
1 comentario:
Estimado amigo
Hasta ahora, por lo que yo sé, el mínimo de temperatura alcanzado en un laboratorio es 0,5 nanokelvin (mil millonésimas de grado).
Saludos
Epi
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