sábado, 21 de febrero de 2009

Cuando falla el sentido común


Muchas loas hemos oído sobre el sentido común, sobre la necesidad de transitar por la vida con esa virtud. Y tienen razón quienes de tal guisa predican. La propia ciencia se basa en él, pero… ¡siempre hay un maldito pero! Los humanos, incluso los más astutos, estamos tan acostumbrados a las condiciones que imperan en nuestro ambiente habitual que creemos que el sentido común es imbatible en cualquier circunstancia: y es fácil que nos equivoquemos. Los científicos, habituados a lidiar con todo tipo de fenómenos, nos enseñan que, en condiciones distintas a las habituales, hay que afinar el sentido común hasta límites insospechados. Un gigante debe tener la misma figura que una persona normal… más grande: yerra quien piense así, se olvida que, si el tamaño de una persona se duplica, la resistencia de sus huesos se multiplica por cuatro, mientras que su peso lo hace por ocho: los huesos serían incapaces de sostenerlo, se romperían. Los enanos encuentran otra dificultad inesperada: su superficie se vuelve desproporcionadamente grande en proporción al volumen; la película de agua que recubre el cuerpo del feliz bañista que sale del agua, apenas añade peso al individuo, pero quizá sorprendamos al incauto lector si le aseguramos que una mosca mojada pesa el doble que una seca. ¿Cuántos iletrados (y quizá muchos letrados) aseguran, sin asomo de duda, que una bola de hierro de una tonelada cae más rápidamente que una de cien gramos? ¿Y no es verdad que arriesga su fama de persona cuerda quien asegure que del cielo caen piedras? ¿Cuántos compartirán su opinión, aunque añada que se trata de un suceso improbable? Enjuiciaríamos de excesivamente fantasioso al escritor que imaginase un planeta cuyas rocas estuviesen constituidas por aire; ignoraría, quien así lo hiciera, que los casquetes polares de Tritón, el satélite de Neptuno, están formados por nitrógeno sólido, el componente mayoritario de nuestra atmósfera. ¿Alguien podría creer, antes de conocer la composición de Titán, que en su superficie llueve metano?, ¿algún visionario sospechó que el componente mayoritario del gas natural –el que quemamos que nuestras cocinas- formase las nubes, mares y ríos del satélite de Saturno? Comenzamos a conocer nuestro sistema solar, entendemos ya algunos de los misterio de la vida, ¿qué misterios nos aguardan cuando penetremos en los arcanos del cerebro humano?

1 comentario:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Me pones en un aprieto si me obligas a definir qué es sentido común. A cambio de la definición, voy hacer algunos comentarios sobre epistemología científica.

Por supuesto que cualquier aspecto del software específicamente humano (razón, inteligencia, mente, autoconciencia) es un producto de la evolución, ¡faltaría más! Hasta ahí estamos, creo yo, de acuerdo.
Cuando me refería al sentido común, quería referirme a la actitud científica ante la naturaleza, a cualquiera de los métodos científicos con los que los humanos podemos hacer preguntas y obtener respuestas del mundo. Bertrand Russell, el genial lógico-matemático publicó en el año 1931 una divulgación de su pensamiento científico en un librito titulado “La perspectiva científica”: los aficionados podemos leerlo sin dificultad. Transcribo algunos párrafos: “Una opinión científica es aquella para la cual hay alguna razón para considerarla verdadera; una opinión no científica es aquella que se sustenta en alguna razón distinta de su probable verdad.” “El método científico es en esencia de una notable sencillez. Consiste en observar aquellos hechos que permiten al observador descubrir las leyes generales que los rigen. Los dos períodos –primero la observación y segundo el de deducción de una ley son ambos esenciales.”