Una temporada de descanso en la montaña
me ha servido para recuperar fuerzas, equilibrar el ánimo y disfrutar de
estimulantes paseos por frondosos senderos. Ya de regreso al hogar, la
evocación de hermosos paisajes me sugiere un comentario a medio camino entre la
biología y la química. Los españoles, a lo largo de nuestra agitada historia,
hemos diezmado muchos bosques, en la meseta y en la periferia, en la guerra y
en la paz, para la metalurgia o para la construcción naval. Escribe Azorín
“¿Cómo se podrá desarraigar de nuestro pueblo este odio centenario,
inconsciente, feroz, contra el árbol”; aun así, han sobrevivido a nuestra
insania algunos bellos árboles en perdidos lugares. Estuve en algunos de ellos:
contemplé varios tejos en las frondosas devesas del Caurel y visité el Teixadal
de Casaio, en Pena Trevinca, un bosque de trescientos ejemplares centenarios,
el mejor conservado de la península ibérica.
El tejo es uno de los árboles más
longevos; cuenta la leyenda que Poncio Pilatos jugó en Escocia alrededor del
tejo de Fortingall, un vetusto árbol de unos dos mil años de edad, que quizá
sea el más viejo de Europa. Aunque en la antigüedad este árbol tuvo usos
medicinales, su utilidad fue más bien escasa hasta el 1971, año en que se
descubrió el taxol, en la corteza del tejo del Pacífico; resulta difícil
exagerar la importancia de esta especie química pues se trata de uno de los más
potentes fármacos contra el cáncer que se conocen. Desgraciadamente, el interés
de los humanos por un ser vivo a menudo resulta trágico para su supervivencia; así
ocurrió esta vez: como el tratamiento quimioterapéutico de un solo enfermo
requiere la tala de dos o tres árboles adultos, los bosques de tejos del
Pacífico pronto fueron esquilmados. Afortunadamente para los árboles, los
químicos ya han conseguido sintetizar el taxol en sus laboratorios; además, han
descubierto una sustancia parecida, que se encuentra en las hojas del tejo
común, por lo que ya no es necesario talar el árbol.
Quizá, amigo lector, muestres
agradecimiento al tejo –una simpatía que comparto- porque tú o un pariente tuyo
se hayan salvado de la parca; aun así, no te fíes de este árbol: también puede
matar. Cuenta Julio César que Catuvalcus, jefe de los eburones, se suicidó con
una infusión de tejo; y es que todas las partes del árbol, excepto la carne
roja de las bayas, contienen taxina, un potente tóxico. Sé prudente.
1 comentario:
Estimado amigo
1º ¿Qué hace el fármaco? Impide la división celular.
2º Taxol (es un taxano, concretamente el paclitaxel) no es el nombre químico del fármaco, sino su nombre comercial.
Cordialmente, Epi
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