sábado, 24 de enero de 2009

Meteorología espacial


Tormentas, viento, lluvia, nubes, estamos habituados a celebrar o lamentar, cada uno según sus preferencias, los meteoros. Sabemos que se corresponden con estados de nuestra atmósfera que los expertos se esfuerzan por estudiar; expertos a los que pedimos que nos pronostiquen el tiempo ¡sin equivocaciones!; y hasta el menos científico, aquel que lee el horóscopo todos los días, exige práctica científica meteorológica al máximo nivel. Extrañará a algunos que también haya meteoros en otros planetas -gigantescas tormentas en Júpiter y Neptuno, enormes tormentas de polvo en Marte-; pero sorprenderá a todos –al escritor desde luego- que el Sol tenga una atmósfera y que ésta englobe a la Tierra. La corona, que así se llama parte de la atmósfera solar, se extiende más allá de Neptuno; cierto que casi nunca se ve, excepto durante un eclipse total, pero, ruidosa y caliente, allí está; y, como cualquier atmósfera, tiene su meteorología: el viento solar sopla en ráfagas que alcanzan millones de kilómetros por hora, las eyecciones (erupciones) de masa coronal desprenden miles de millones de toneladas, una tormenta solar también produce peligrosas tormentas de radiación. Como habrá adivinado el lector inteligente, cada planeta y cada satélite está expuesto a la furia de estos elementos.
Afortunadamente, nuestro planeta está mejor protegido que la mayoría: tenemos una gruesa atmósfera y un campo magnético; de hecho, el clima del Sol nos afecta poco: las tormentas solares moderadas no provocan más que ocasionales cortes de luz o interrupciones en las emisiones de radio. Pero la Tierra se queda pequeña, la civilización se está extendiendo hacia el espacio; dependemos de más de quinientos satélites para utilizar la televisión, el teléfono, internet, la navegación por medio del GPS, también para el pronóstico del tiempo; y tanto los satélites como los habitantes de la Estación Espacial Internacional son vulnerables al clima solar y, por tanto, a la radiación y a las partículas que emanan de la estrella. No olvidamos que, abandonada la protección terrestre, los astronautas que viajen a la Luna y a Marte, estarán en contacto directo con la atmósfera de nuestra estrella y podrán sufrir, sino se protegen, las consecuencias de un exceso de radiación.
No albergo muchas dudas, en el siglo XXI, el tiempo solar llegará a ser tan importante como el tiempo terrestre. Aunque muchos humanos se empeñen en ignorarlo, volamos hacia el futuro ¡Qué le vamos a hacer!

2 comentarios:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Debes de considerar que la meteorología tradicional se refiere más bien a los cambios en la atmósfera terrestre (troposfera y estratosfera), en cambio los términos tiempo espacial o meteorología espacial se refieren a los cambios en el espacio interplanetario, que se deben predominantemente al viento solar; por cierto los científicos no comenzaron a utilizar el término hasta la última década del siglo pasado.

Saludos de Epi

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Desde el año 1645 al 1715 (mínimo de Maunder) casi desaparecieron las manchas en la superficie del Sol; la actividad de la estrella fue mínima. Se ignora su causa.

Saludos
Epi