A
lo largo de la historia reciente han desaparecido muchas, demasiadas, especies
de animales y plantas como consecuencia de la insensata conducta humana. Si
bien es cierto que en pocas ocasiones la humanidad ha intentado eliminar a una
especie, de forma sistemática, también lo es que se ha marcado ese objetivo en
algunos casos: concretamente, desearíamos la erradicación de las bacterias
patógenas. Desgraciadamente, los científicos no han podido eliminar de la faz
de la Tierra, hasta ahora, ninguna de las perniciosas bacterias que en el
pasado diezmaron la población; el lector recordará, sin duda, las terribles
epidemias históricas de la peste, el tifus y el cólera. Es más, desde hace un
decenio la situación ha empeorado, las bacterias perjudiciales se han vuelto
resistentes a los tratamientos; los sanitarios contemplan con temor la
creciente ineficacia de los antibióticos; uno tras otro, los dos centenares que
se emplean usualmente van quedando inútiles. Las bacterias que sobreviven se
hacen más fuertes, se propagan y se vuelven más resistentes. La tuberculosis,
la neumonía o la meningitis, infecciones que antaño se trataban con
antibióticos, ya no se curan con la misma facilidad; aumenta el número de
infecciones de pronóstico letal; la bacteria Staphylococcus aureus, unos de los
principales agentes de infecciones hospitalarias, amenaza con presentar
resistencia a todos los antibióticos.
Querido
lector, las bacterias patógenas son agresores astutos, y además, les
proporcionamos los medios para su éxito. Con el uso inadecuado de los
antibióticos hemos fomentado la evolución de cepas mejoradas de bacterias; y lo
hacemos a conciencia: los usamos en dosis menores de las recomendadas, los
empleamos en una infección vírica (son ineficaces) y también en una enfermedad
inadecuada. Aunque parezca mentira, los expertos han calculado que entre un
tercio y la mitad de los antibióticos recetados por los médicos son
innecesarios. Aún hay más desafueros que lamentar: agregamos antibióticos al detergente
de las lavadoras y al jabón de las manos; nadie duda de la necesidad de limpiar
la casa o a nosotros mismos; pero los jabones y detergentes están capacitados
para hacerlo sin añadirles productos antibacterianos. Por si no fuera poco,
casi el setenta por ciento de los antibióticos que se fabrican en los Estados
Unidos de América se administra al ganado. Con el mal uso social y su abuso en
clínica conseguimos que las bacterias débiles mueran y las fuertes se vuelvan
más vigorosas.
¿Estás
preocupado el lector aprensivo? Al escritor le falta poco para ponerse a
temblar.
2 comentarios:
Estimado amigo
Los antibióticos se usan cuatro veces más en la industria alimentaria (ganadería y acuicultura) que en la medicina humana. De ahí mi escepticismo a restringir la venta libre en farmacias.
Necesitamos nuevos antibióticos y tantos como sea posible porque tarde o temprano las bacterias perjudiciales encontrarán en sus incontables vecinos la fórmula para neutralizar los medicamentos más eficaces.
Estimada amiga
En 2016 unos investigadores han encontrado que una bacteria hallada en las narices humanas, Staphylococcus lugdunensis, es capaz de sintetizar un antibiótico. La lugdunina, que así se llama el agente bactericida, impide, al menos en el laboratorio, el crecimiento de Staphylococcus aureos resistente a otros antibióticos (recuerda que es una bacteria que se encuentra en la piel de individuos sanos, pero si las defensas disminuyen puede causar graves enfermedades).
Cordiales saludos
Epi
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