sábado, 15 de noviembre de 2008

Agujeros negros semejantes a pirañas


Recomiendo al lector curioso que trasnoche alguna vez durante el verano, salga de la ciudad y levante la vista al cielo. Por mínima sensibilidad que tenga le dejará anonadado la belleza del firmamento; contemple ahora la mancha lechosa que cruza de este a oeste: se trata de la tenue luz de centenares de miles de millones de estrellas que componen la Vía Láctea, nuestra galaxia. Volemos, al menos con la imaginación, al corazón de la galaxia -en la dirección de la constelación de Sagitario-; allí, en el centro de rotación, el lugar más brillante, se esconde un objeto extraordinario. Se trata de un pequeño agujero negro que tiene el tamaño del sistema solar (repare y sorpréndase el ingenuo lector en lo que los astrónomos consideran pequeño). No ha permanecido inmutable desde su formación, se ha estado alimentando de la materia del núcleo de la galaxia y ya ha acumulado la masa de cuatro millones de soles en el interior de su barriga; no debe extrañarnos, por lo tanto, que los astrónomos le apelliden supermasivo. Cuando la Vía Láctea, nuestra galaxia, era una jovenzuela recién llegada a la adolescencia, el agujero negro de su núcleo se alimentaba, como una piraña, de la abundante materia –estrellas, además de átomos, polvo y moléculas- que había a su alrededor. Luego, el alimento se acabó y la piraña –el agujero negro, quiero decir- se quedó allí, robusta y hambrienta... esperando.

¿Cómo sabemos que un agujero negro está en un sitio si, siendo negro, no se puede ver?, se preguntará algún lector curioso. Los astrónomos, cazadores avezados, conocen los rastros de tan esquivas piezas. El agujero negro se revela cuando una estrella errante, o una nube de gas, se acerca demasiado a él; sucede entonces que la materia cae al agujero atraída por su intensa gravedad; triturada y calentada por las enormes fuerzas emite destellos de radiación de alta energía justo antes de desaparecer; la gigantesca bocanada de rayos X emitida avisa a los astrónomos que el agujero se ha alimentado una vez más. En una galaxia tan antigua como la Vía Láctea (diez mil millones de años, quizá más), su voraz agujero negro central en la actualidad sólo se alimenta ocasionalmente, no encuentra con qué: el pez está hambriento, porque el estanque –la galaxia- está casi vacío.

1 comentario:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

No todos los agujeros negros se forman después de una explosión supernova; el residuo que queda después de la supernova puede ser agujero negro o estrella de neutrones.
Por si fuera poco, además de los agujeros negros de tamaño estelar existen los agujeros negros supermasivos en el centro de muchas galaxias, y también se ha postulado la existencia de microagujeros negros.

Cordiales saludos de Epi