Reconozco mi pesar por el debate que hubo
sobre la ética de la investigación con células madre embrionarias. Convencido
de que hay que defender la dignidad humana, convengo en la necesidad de regular
la manipulación de embriones humanos para evitar posibles abusos; aún así, me
parece tan ilógico prohibir su manipulación como impedir que se hagan
transfusiones de sangre o trasplantes de órganos. No ignoro que existen gentes
de buena voluntad que se niegan a ello, pero también sé que la mayor parte de
los objetores se aprovecharán de la medicina regenerativa.
Recapitulemos. Sabemos que existen
células-madre embrionarias y adultas. Aquéllas se forman inmediatamente después
de la unión del óvulo con el espermatozoide; a partir del quinto día, una capa
externa de células empieza a transformarse en la futura placenta; si en ese
momento se separan las células internas y se las cultiva, obtendremos un gran
número de células-madre embrionarias. Las células-madre adultas se generan en
lugares distintos, concretamente, en la médula de los huesos huecos; parte de
ellas evoluciona para transformarse en las células sanguíneas. Como los
biólogos han averiguado que la sangre de nuestro cuerpo se renueva totalmente cada
tres meses, colegimos que la médula fabrica células a un ritmo de cien millones
diarios; y la fuente de producción son las células-madre hematopoyéticas (el enrevesado
nombre es lo de menos). Parece que no hay diferencia entre ambos tipos de
células-madre: tanto unas como otras son capaces de transformarse en cualquier
tipo de célula corporal. Si lográsemos obtener, asunto difícil, suficiente
cantidad de células-madre hematopoyéticas evitaríamos la polémica sobre el uso
de los embriones humanos; y no crea el escrupuloso lector que se trata sólo de
una cuestión de ética, nos libramos también del rechazo de las células-madre
extrañas por el cuerpo donde se injerten.
La regeneración de órganos animales es
un fenómeno que, desde hace mucho tiempo, intriga a los más perspicaces
biólogos, quienes, imitando a las salamandras, ya consiguieron la regeneración
en los ratones. Un médico norteamericano, Badylak, operando a adultos, ha
logrado regenerar dedos humanos amputados a la altura de la raíz de las uñas;
posibilidad que se creía exclusiva de los niños. ¿Serán las células-madre
adultas, que se encuentran en nuestra sangre (y también, insospechadamente, en
otros tejidos), capaces de reemplazar las células dañadas? ¿Cuántos años faltan
para regenerar un pulmón, el corazón o una pierna amputada? ¿Por qué no,
conservando el cerebro, regenerar el cuerpo entero?
1 comentario:
Estimado amigo
Se sabe que son capaces de regenerar alguna parte de su cuerpo: entre los vertebrados, las lagartijas, salamandras y el pez cebra; entre los invertebrados, la hidra y las planarias (unos gusanos). Cabe pensar que, estudiando cómo lo hacen, podamos imitarlos.
Cordialmente
Epi
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