Acierta
Arthur Koestler cuando afirma que “cuando uno se mira en el espejo después de
haber leído “El mono desnudo” [escrito
por Desmond Morris], ya no se ve de la misma manera.” La comparación del
comportamiento del Homo sapiens –un mono muy parlanchín, sumamente curioso y
multitudinario- con el de otros mamíferos, ante el sexo, la crianza, la lucha o
la alimentación, nos depara sorpresas inauditas; tantas como la lectura de “El
gen egoísta” de Richard Dawkins; ambos libros tienen el inmenso mérito de
hacernos reflexionar profundamente sobre las repercusiones de la evolución
biológica en la naturaleza humana. Concretamente, el propósito del segundo
libro, según su autor, es examinar la biología del egoísmo y altruismo; y resulta
obvia la importancia del tema pues afecta a toda nuestra vida social. Resalto,
antes de continuar con la crítica, una oportunísima advertencia del profesor
Dawkins: “No estoy defendiendo una moralidad basada en la evolución. Estoy
diciendo cómo han evolucionado las cosas.”
Reproduzco
algunas de las discutidas tesis de doctor Dawkins “la unidad fundamental de
selección,… no es la especie, ni el grupo, ni siquiera, estrictamente hablando,
el individuo. Es el gen”. El primer reproductor fue una molécula, se trata del
primer gen sobre el que empezó a actuar la selección natural. ¿Serían estas
moléculas reproductoras seres vivientes? Carece de importancia -argumenta el
eminente biólogo-, los reproductores que sobrevivieron fueron aquellos que
construyeron máquinas de supervivencia para vivir en ellas. “Nosotros, al igual
que todos los demás animales somos máquinas creadas por nuestros genes”. Ante
esta rotunda y polémica afirmación aventuro un comentario: me resulta difícil
asumir la hipótesis de Dawkins. Sospecho que los campos que siembra la biología
a finales del siglo XX, ya los trilló la física en el siglo XIX. ¡Y no se trata
de ningún menosprecio! La teoría de la relatividad, la mecánica cuántica o la
teoría del caos han obligado a los físicos a abandonar la interpretación que
considera al mundo como una gigantesca máquina (en otras palabras, han
renunciado al determinismo): el universo, para suerte o desgracia nuestra, resulta
mucho más complicado y apenas comenzamos a penetrar en sus velados secretos. Considero
que los ecosistemas, los animales o los humanos, son entes más complejos (¡y no
digo que no puedan llegar a entenderse!) que las máquinas y que el azar juega
un importante papel en la evolución biológica.
2 comentarios:
Estimado amigo
Sospecho que, en unos pocos siglos, los humanos habremos colonizado el sistema solar; quiero decir con eso que viviremos en satélites y planetas diferentes de la Tierra. Pero considera que unos pocos siglos, muchísimo tiempo para los historiadores, no significan nada desde el punto de vista biológico. No hay ninguna diferencia corporal entre un humano que vivió en el paleolítico y un español actual. Por poner una cifra (discutible): durante los últimos cincuenta mil años los humanos, desde el punto de vista biológico, no hemos cambiado.
Voy a imaginar y especular un poco (aunque es peligroso hacerlo): una colonia de humanos viaja al planeta Galleta de una estrella, lo coloniza y permanece aislada cien mil años. Probablemente después de ese tiempo los galletanos y los terrestres serían especies diferentes. Pero no podemos afirmar que unos se hayan quedado rezagados, pues ambos se habrán adaptado a su ambiente, ni siquiera podemos afirmar cuál de las dos colectividades sería más inteligente. Acabo haciendo dos asertos: la evolución, amigo mío, nunca se estanca, las especies, si cambia su ambiente, cambian para adaptarse a él. Por otro lado piensa que no todos los cambios son a mejor, la mayoría de los cambios son a peor; después de todo si tienes un vehículo bien construido y haces un cambio al azar lo más probable es que empeores el coche. El orden, es decir la vida y la civilización, son absolutamente improbables en un universo donde impera el desorden y el azar.
Estimado amigo
Resumida en pocas palabras, la teoría del caos es una rama de las matemáticas aplicable a los sistemas complejos que, incluso siendo deterministas, son muy sensibles a las condiciones iniciales; de tal manera que pequeñas variaciones en las condiciones iniciales pueden implicar grandes diferencias en el comportamiento futuro, que imposibilitan la predicción.
Saludos cordiales de Epi
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