sábado, 7 de diciembre de 2024

Cromo y hojas de afeitar


Resulta sorprendente los vericuetos por los que circula la mente para llegar de la historia a la toxicología. Comprobémoslo. Me instruía sobre las causas del declive de la civilización maya cuando me enteré de la existencia, en el valle guatemalteco del río Motagua, de uno de los yacimientos de jade más ricos del mundo. De ahí salió todo el jade usado por los americanos durante tres milenios porque, para mayas y aztecas, el jade, más valorado que el oro, significaba fertilidad y poder. En ese momento mi interés se desvió hacia la mineralogía; porque el jade es una roca que consta de dos minerales de la familia de los silicatos; ambos de color verde debido a inclusiones de cromo. Existen muchas gemas, pero sólo cuatro, si nos atenemos al criterio tradicional se consideran piedras preciosas, los diamantes, rubíes, esmeraldas y zafiros; y la mitad de ellas, la esmeralda y el rubí deben su color, verde una, rojo el otro, a la presencia del cromo, con la adición de hierro en la segunda gema. El metal cromo, además de proporcionar color, como su nombre indica, a algunos minerales y rocas, añade propiedades deseables a aleaciones con otros metales: el acero inoxidable, por ejemplo, debe su calificativo a que contiene más del doce por ciento de cromo. Me detengo en uno de los usos de este metal, las cuchillas de afeitar, fabricadas con acero y un revestimiento de cromo. Si el suspicaz lector se fija en la composición del material que soporta las cuchillas y contacta con la piel, comprobará que para fabricarlo se emplean varios antioxidantes: alabamos el uso de un derivado de la vitamina E, objetamos al BHT (dibutilhidroxitolueno) porque se sospecha que es un disruptor endocrino, o sea, un compuesto que interfiere con el funcionamiento de las hormonas. Mi sorpresa surgió al verificar las condiciones en las que se sintetiza uno de los productos que contiene el material que contacta con la epidermis, el polietilenglicol (PEG), un estabilizador de emulsiones que tiene un amplio empleo en los cosméticos. Calificado como seguro el problema no dimana del compuesto puro, sino de su fabricación; pues en ella está presente el cancerígeno óxido de etileno y el posiblemente cancerígeno 1,4-dioxano. Me pregunto: ¿los fabricantes han comprobado de manera exhaustiva si las cantidades residuales, mínimas (ppm), de esas sustancias dañinas que quedan en el producto comercializado son tóxicas a largo plazo?

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