sábado, 6 de julio de 2024

Vitamina E


La historia se remonta a más de un siglo. En el año 1922, Herbert McLean Evans y Katharine J. Scott Bishop hallaron que las ratas jóvenes crecían saludables, cuando las alimentaban con una dieta cuya única fuente de grasa era la manteca de cerdo, pero las hembras eran incapaces de reproducirse y los machos se volvían estériles. Dedujeron que existía un agente químico necesario para la reproducción; pronto se identificó el compuesto y se le calificó como vitamina de la fertilidad: nombre poco afortunado porque desde entonces muchas personas lo toman motu propio.
El término vitamina E se refiere a ocho moléculas solubles en grasas, de las cuales sólo una, el alfa-tocoferol, satisface la necesidad humana de vitamina, las otras se excretan; en el hígado, el alfa-tocoferol se une a una proteína, que se incorpora a las lipoproteínas dispersas en la sangre, para llegar a las células.
El alfa-tocoferol actúa en el organismo humano como antioxidante; pero no como un antioxidante cualquiera, sino como uno liposoluble. Los ácidos grasos, componentes esenciales de las membranas celulares, son vulnerables al daño causado por los radicales; por ello su oxidación podría influir en la actividad de las proteínas y enzimas presentes en la membrana celular. El alfa-tocoferol intercepta los radicales peroxilo y previene la reacción de oxidación de los lípidos. Cuando una molécula de alfa-tocoferol neutraliza el radical, se oxida; por ello necesita de otros antioxidantes, como la vitamina C, el glutatión y el NADPH, para que regeneren su capacidad antioxidante.
Además de mantener la integridad de las membranas celulares en todo el cuerpo, el alfa-tocoferol protege de la oxidación a las grasas que contienen las lipoproteínas de baja densidad (LDL), vehículos que transportan grasas en la sangre: nos percatamos de la importancia de la vitamina si recordamos que las LDL oxidadas están presentes en las enfermedades cardiovasculares.
Otras acciones del alfa-tocoferol quizá también dependan de su capacidad antioxidante; pues la alteración de los lípidos que componen las membranas celulares podría afectar a las proteínas que allí se hallan; en concreto, el alfa-tocoferol estimula la proliferación de células T de la inmunidad celular.
Sepa el maduro lector que los expertos en salud estiman que más del noventa por ciento de los adultos norteamericanos -sospechamos que algo similar sucede con los europeos- no satisface el requerimiento diario promedio del alfa-tocoferol.

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