El aire contiene abundantes moléculas de nitrógeno y oxígeno; en mucho menor cantidad moléculas de argón y agua; también existen otros componentes cuya cantidad es tan pequeña que se mide en partes por millón: óxidos de nitrógeno, óxidos de azufre, óxidos de carbono, metano, ozono y compuestos orgánicos volátiles (COV). Además de moléculas, en la atmósfera hay partículas sólidas o gotitas líquidas dispersas, dicho con otras palabras, partículas en suspensión que flotan en el aire; aclaremos que también se tiende a englobar bajo esta denominación a las partículas sedimentables. Los químicos las llaman aerosoles cuando su tamaño está comprendido entre una centésima de millonésima de metro y cien millonésimas de metro. Nos interesa su estudio porque algunas perjudican la salud, y otras, o las mismas, alteran las propiedades de la atmósfera que afectan al clima ¿De dónde proceden las partículas atmosféricas? Tanto de fuentes naturales -una erupción volcánica- como de actividades antrópicas -la quema de leña o de combustibles fósiles-.
No está regulada en España, sí en otros países, la cantidad de partículas en suspensión totales (PST), que se refieren a las menores de cien micrómetros; tampoco la cantidad de las menores de un micrómetro; sí, en cambio, las menores de dos y medio (PM2.5) y las menores de diez (PM10). Las agencias nacionales, e internacionales, las clasifican en gruesas y finas, atendiendo a su tamaño, de dos y medio micrómetros (si bien algunas prefieren poner la frontera en diez). El polen de las plantas y la mayor parte de las cenizas volcánicas contienen partículas gruesas, no así el humo procedente de la combustión incompleta de los combustibles orgánicos, sean carbón, gasolina, gas natural o leña, que genera partículas de hollín (compuestas casi exclusivamente por carbono). Habitualmente no se producen de la misma manera: mientras que las grandes proceden de la rotura de otras mayores, las finas provienen de la unión entre moléculas. Las partículas gruesas tienden a sedimentarse -o sea, a posarse en el suelo- más bien pronto que tarde, no así las finas, nocivas para la salud pues penetran en los alveolos pulmonares e impiden su oxigenación. A nadie debe extrañar, por tanto, que, en el Journal Environmental Research del año 2021, pudo leerse que las partículas atmosféricas causan uno de cada cinco óbitos prematuros en todo el mundo. No es menos peligroso para la humanidad que las partículas afecten al balance de la radiación solar que está alterando el clima terrestre.
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