sábado, 18 de diciembre de 2021

Alelomonas, mensajeros químicos olorosos


Hermes, diestro orador y elocuente heraldo del todopoderoso Zeus, se encargaba de comunicar al omnipotente dios del trueno con los débiles mortales. Mucho más humildes, las moléculas desempeñan similares funciones de mensajería… entre los seres vivos. Las señales químicas emitidas por un ser vivo, llamadas semioquímicos o infoquímicos, sirven como forma de lenguaje entre los individuos de una misma especie (feromonas) o de diferentes especies (alelomonas). Analicemos sus pros y contras. Ventajas: no está limitada por las barreras ambientales, es efectiva en grandes distancias, carece de importancia que sea día o noche, dura más tiempo que las señales visuales o auditivas, y es metabólicamente económico porque sólo se necesitan sintetizar pequeñas cantidades de moléculas. Desventajas: el contenido de la información es bajo (sólo se detecta la presencia o ausencia del mensajero) y no es efectiva en la dirección contra el viento. 
Unas alelomonas benefician al organismo que las emite, otras al receptor, aquéllas a ambos. Benefician al emisor las secreciones repelentes de las mofetas o los aromas con los que las plantas carnívoras atraen a sus presas. Puede ocurrir que los olores perjudiquen al emisor: como el aroma de la presa que atrae al depredador. Beneficia tanto al emisor como al receptor, el néctar de las flores que atrae a los polinizadores; o las sustancias que intercambian los dos individuos que constituyen las micorrizas (benéficas simbiosis entre las raíces de una planta y un hongo). 
La comunicación entre diferentes especies mediante sustancias químicas, muy extendida entre bacterias, plantas e invertebrados, también existe entre los vertebrados: ratas, ratones, topillos, ciervos, conejos, erizos, zarigüeyas y ovejas evitan los olores de sus depredadores. Las especies que son presas disponen de la capacidad de reconocer a quienes las cazan, para defenderse de ellos; esto incluye la sensibilidad hacia los olores de la piel, pelo, orina, heces o secreciones de las glándulas anales de sus depredadores. Olores que afectan al comportamiento de la presa: inhiben su actividad, suprimen la búsqueda de comida o de la alimentación e incitan al traslado a lugares donde tales olores estén ausentes; también afectan al sistema endocrino: disminuye la testosterona y aumentan las hormonas causantes del estrés (corticosterona y ACTH); por último, afectan a la reproducción: los roedores paren camadas más pequeñas, y dificultan el desarrollo de las crías.
El sagaz lector ya ha adivinado que los olores repelentes puede tener utilidad práctica para la protección de cultivos. 

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