sábado, 20 de noviembre de 2021

Primera respiración de un bebé


La llegada al mundo de un bebé es uno de los acontecimientos más tiernos que uno pueda contemplar; tal vez por eso sorprende la recia palmada en la nalgas con que recibe el galeno al recién nacido. ¿A qué se debe tal práctica habitual? Una ley física -que comprobamos al inflar un globo- establece que si se necesita aplicar cierta presión para superar la tensión elástica de las paredes en un globo grande, y conseguir que se hinche, se necesitará el doble de la presión para hacer lo mismo con un globo cuyo tamaño sea la mitad. Este fenómeno dificulta la primera respiración del bebé: en la primera inhalación los alveolos pulmonares (globos) que debe inflar son pequeños. La palmada en las nalgas persigue que el bebé se queje y realice el esfuerzo que requiere la respiración primeriza. 
Los pulmones absorben el imprescindible oxígeno del aire a través de la pared de unos pequeños globos, llamados alvéolos, que se hinchan y deshinchan; si bien se necesita esfuerzo para inflarlos durante la inhalación, su retroceso elástico facilita la exhalación. El inflado requiere un exceso de presión dentro de los alveolos respecto a su entorno, la cavidad torácica; se logra, mediante la contracción del diafragma que aumenta el volumen de la cavidad torácica y disminuye su presión (se vuelve negativa). La exhalación se efectúa mediante la relajación del diafragma (produce una presión positiva) y el retroceso elástico de los alvéolos. Todo parece concordar, pero si hacemos cálculos nos llevamos una sorpresa. La presión requerida para el inflado de los alveolos depende de dos factores: la tensión superficial del fluido que los rodea: dos tercios la del agua; y su radio, que varía entre una décima de un milímetro y la mitad. Estos datos nos indican que es necesaria una presión de dos mil pascales para hinchar los pequeños y mil los grandes; pero la diferencia de presión que se alcanza durante la inspiración sólo ronda los ciento cuarenta pascales. Aparentemente inflar los alveolos resultaría físicamente imposible… si no existiese una sustancia tensioactiva: el surfactante, que recubre las paredes de los alvéolos y divide por quince la tensión superficial. Comprobamos ahora, si rehacemos los cálculos, que la diferencia de presión mencionada ya es suficiente para inflar los alvéolos. Me queda señalar la dificultad a la que se enfrentan los bebés prematuros: el surfactante se forma al final del embarazo.

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