sábado, 25 de septiembre de 2021

Feromonas animales


El escarabajo Khapra (Trogoderma granarium), una de las plagas más destructivas de granos y semillas, causa terribles estragos en los graneros y bodegas de los barcos. Se combate mediante la fumigación, pero resulta un tratamiento peligroso y caro; por ello, Hermann y Anna Levinson intentaron otro método para eliminar al perjudicial gorgojo: se propusieron obtener la sustancia química volátil (feromona) con que la hembra atrae al macho. La dificultad parecía insalvable, pues cada hembra segrega, al día, una minúscula porción del aroma, entre una y dos milmillonésimas de gramo. Tras varios años de arduo trabajo los investigadores consiguieron obtener la suficiente cantidad de sustancia como para analizarla primero y sintetizarla después en el laboratorio; conseguido lo cual sólo había que elaborar trampas para capturar los perniciosos bichos. El dispositivo es muy sencillo: consiste en unas tiras de cartón impregnadas de la sustancia; el olor atrae a los machos, y también a las hembras, lo que es sorprendente; en cualquier caso, tanto unos como otras se posan en el cartón. Sólo hay que destruir las tiras, con sus inquilinos, y sustituirlas por otras. El coste es insignificante… si se prescinde de la labor investigadora que hicieron los científicos tanto para aprender el lenguaje químico de los insectos, primero, como para conseguir engañarlos después. El sagaz lector no necesita más aclaraciones para deducir que es necesario comprender la acción de las feromonas (mensajeros químicos con los que se comunican individuos de la misma especie) sexuales de los insectos, para hacer un manejo integrado de plagas. 
Probablemente los insectos -abejas, hormigas, gusanos de la seda- dependen de las señales químicas más que de cualquier otra forma de comunicación. No sólo ellos, los mamíferos también utilizan las feromonas para enviar mensajes; tanto por motivos sexuales, como de alarma y reconocimiento: ciervos y antílopes emiten sustancias para marcar su territorio; tejones, martas y mangostas los imitan; ratas y ratones indican sus caminos con olor; los corzos emiten señales olorosas de alarma. Y las concentraciones de feromonas que usan son minúsculas; un perro percibe cierto olor si hay mil moléculas en cada mililitro de aire. Sólo cien moléculas provocan una respuesta en el gusano de la seda; mínima cantidad que resulta casi imposible de imaginar; cojamos un barril de cien litros de feromona y diluyámoslo en el agua de todos los océanos del mundo, el gusano de la seda es capaz de oler tan minúscula concentración. 

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