sábado, 14 de noviembre de 2020

Acidez oceánica


Desde la revolución industrial hasta hoy, el contenido de dióxido de carbono atmosférico ha pasado de doscientos ochenta ppm a algo más de cuatrocientos; valor que habría aumentado más si los océanos no hubieran absorbido la tercera parte del dióxido de carbono vertido en la atmósfera;  tal cantidad del gas disuelto provoca la acidificación del agua marina. Cierto, las aguas superficiales son un treinta por ciento más ácidas hoy que a finales del ácido XIX y, si la tendencia continúa, a finales del siglo XXI podrían ser un ciento cincuenta por ciento mayores. Los biólogos saben que la acidificación disuelve los minerales componentes de las conchas y esqueletos externos de las criaturas marinas; pero creían que no afectaría a los peces y a los organismos carentes de exoesqueleto. Erraban: habían comprobado que los animales sobreviven en el agua ácida, pero no habían observado su comportamiento. 
Los coloreados peces payaso viven en los arrecifes de coral, bajo la protección de una anémona. Sin embargo, antes de convertirse en adultos, deben superar una peligrosa prueba. Nada más nacer, la diminuta larva del pez se aleja del arrecife para completar su desarrollo en mar abierto, lejos de los depredadores. Tras una decena de días, el pececillo regresa para asentarse en la anémona; pero antes de llegar a su hogar definitivo debe evitar numerosos depredadores; y el olfato constituye una ayuda inestimable para eludir a quienes desean engullirlo; porque este sentido químico detecta las moléculas disueltas en el agua y desencadena una respuesta a ellas. Ahora bien, ¿cómo afectará la acidificación del agua a este mecanismo de supervivencia? Danielle Dixson y un grupo de investigadores se propusieron comprobarlo. En un estanque artificial colocaron unas larvas del pez payaso y observaron lo siguiente: si vertían el olor de un pez inofensivo en el agua, las larvas no se inmutaban, pero ante el olor de un voraz mero, huían. Repitieron el experimento con agua oceánica cuya acidez era la que tendrá en el año 2100, de seguir la tendencia actual: las larvas no reaccionaron al olor, incluso algunas se dirigieron hacia el peligroso depredador. El comportamiento se había alterado. Desgraciadamente, los biólogos tienen indicios para sospechar que la acidificación afecta a otros sentidos y también al comportamiento de otras especies; no debe extrañarnos, por lo tanto, que estén preocupados, pues ignoran si los organismos marinos lograrán adaptarse a la acidez oceánica del próximo futuro. 

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