En
el año 1572, Tycho Brahe usó, por primera vez, el término nova
para referirse a una nueva estrella, más brillante que Venus, que
había aparecido en el cielo nocturno; no importa que hoy
califiquemos de supernova a tal estrella, que también contempló
nuestro compatriota Jerónimo Muñoz; lo que el astrónomo danés
había demostrado es que, a simple vista, puede notarse que, a veces,
aparecen y desaparecen estrellas en el firmamento.
¿Qué
es entonces una nova? Una explosión termonuclear de gran potencia en
la superficie de una estrella enana ¡Ni más ni menos! ¿Cuándo se
manifiesta el fenómeno? Se necesita un par de estrellas cercanas que
giran una alrededor de otra, dicho en términos astronómicos, es
necesario un sistema binario formado por una enana blanca y una
gigante roja. Se produce, entonces, una transferencia de masa de la
gigante a la enana. Tal y como se declara en el título, se trata de
algo semejante al canibalismo estelar, la estrella pequeña devora la
materia de la grande. El material, principalmente hidrógeno, es
compactado en la superficie de la enana debido a su fuerza de
gravedad; a medida que la materia se acumula, se calienta, hasta
alcanzar la temperatura de fusión nuclear. Entonces se transforma el
hidrógeno en elementos pesados, como ocurre en el núcleo de las
estrellas normales, pero no durante un largo y estable periodo de
tiempo (millones de años), sino mediante una detonación que dura
unos pocos días; la enorme cantidad de energía liberada durante la
reacción de fusión nuclear produce un brillante destello de luz que
dura -ya lo mencioné- unos días.
Se
colige del fenómeno que la enana blanca puede generar múltiples
sucesos de nova, que se acaban cuando la estrella donante agota su
material, o si en la enana blanca se origina una nova capaz de
destruir ambas estrellas, como lo haría una supernova. Cabe aclarar
que no deben confundirse las novas con las supernovas: no sólo
porque la energía involucrada en aquéllas es entre cien mil y un
millón de veces menor, sino porque también se trata de procesos
distintos.
Afortunadamente,
no es necesario ser astrónomo ni disponer de un telescopio para
observar estos sucesos astronómicos en el cielo. En el año 1975, en
la constelación del Cisne, pudo contemplarse con el ojo desnudo una
nova tan brillante como Deneb, la estrella más brillante de la
constelación.
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