sábado, 21 de marzo de 2020

Las novas: una historia de canibalismo estelar



     En el año 1572, Tycho Brahe usó, por primera vez, el término nova para referirse a una nueva estrella, más brillante que Venus, que había aparecido en el cielo nocturno; no importa que hoy califiquemos de supernova a tal estrella, que también contempló nuestro compatriota Jerónimo Muñoz; lo que el astrónomo danés había demostrado es que, a simple vista, puede notarse que, a veces, aparecen y desaparecen estrellas en el firmamento.
     ¿Qué es entonces una nova? Una explosión termonuclear de gran potencia en la superficie de una estrella enana ¡Ni más ni menos! ¿Cuándo se manifiesta el fenómeno? Se necesita un par de estrellas cercanas que giran una alrededor de otra, dicho en términos astronómicos, es necesario un sistema binario formado por una enana blanca y una gigante roja. Se produce, entonces, una transferencia de masa de la gigante a la enana. Tal y como se declara en el título, se trata de algo semejante al canibalismo estelar, la estrella pequeña devora la materia de la grande. El material, principalmente hidrógeno, es compactado en la superficie de la enana debido a su fuerza de gravedad; a medida que la materia se acumula, se calienta, hasta alcanzar la temperatura de fusión nuclear. Entonces se transforma el hidrógeno en elementos pesados, como ocurre en el núcleo de las estrellas normales, pero no durante un largo y estable periodo de tiempo (millones de años), sino mediante una detonación que dura unos pocos días; la enorme cantidad de energía liberada durante la reacción de fusión nuclear produce un brillante destello de luz que dura -ya lo mencioné- unos días.
     Se colige del fenómeno que la enana blanca puede generar múltiples sucesos de nova, que se acaban cuando la estrella donante agota su material, o si en la enana blanca se origina una nova capaz de destruir ambas estrellas, como lo haría una supernova. Cabe aclarar que no deben confundirse las novas con las supernovas: no sólo porque la energía involucrada en aquéllas es entre cien mil y un millón de veces menor, sino porque también se trata de procesos distintos.
     Afortunadamente, no es necesario ser astrónomo ni disponer de un telescopio para observar estos sucesos astronómicos en el cielo. En el año 1975, en la constelación del Cisne, pudo contemplarse con el ojo desnudo una nova tan brillante como Deneb, la estrella más brillante de la constelación.

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