La
industria española de los productos químicos usados en la
agricultura facturó mil cien millones de euros en 2016; hay dos mil
doscientos productos
autorizados
en el mercado español. No hay país europeo que
consuma más, un promedio de setenta y tres mil toneladas anuales,
desde 2011 a 2015. España es el país europeo que más
fitosanitarios consume en agricultura en términos absolutos: setenta
y siete mil toneladas en 2015; por delante de Francia, Italia y
Alemania. También encabezamos la clasificación europea en términos
relativos: en 2015, un kilo y seis décimas de agroquímicos vendidos
por cada habitante, por delante de Italia, Francia y Portugal que
están en el entorno de un kilo. En la cantidad de plaguicidas usados
por cada hectárea cultivada, Italia ocupa el alto del podio europeo
con ocho kilos, mientras que España queda en segunda posición con
cinco kilos.
Fitosanitarios,
agroquímicos, plaguicidas o pesticidas, el nombre es lo de menos,
son sustancias químicas que se fabrican para matar insectos, malas
hierbas y evitar que las cosechas se malogren. Se utilizan antes y
después de la siembra, durante el crecimiento, para la maduración
de los frutos, antes de la cosecha y para mantener los productos
recolectados. La industria defiende que casi son inocuos para el
hombre y la naturaleza, y que garantizan una agricultura capaz de
alimentar a toda la humanidad. ¿Qué juicio le merecen a los
científicos? Algunos avalan su seguridad, otros han demostrado que
la exposición a los agroquímicos aumenta el riesgo de padecer
cáncer y alteraciones en el sistema endocrino, entre otras
enfermedades.
Fijémonos
en el glifosato, el pesticida más comercializado de la historia,
porque variedades de cultivos modificados genéticamente son
resistentes a él; en 2015, la Agencia Internacional para la
Investigación del Cáncer (IARC), que pertenece a la Organización
Mundial de la Salud, dictaminó que el glifosato es un posible
cancerígeno humano. ¿Por qué se comercializa, entonces? La
industria, antes de poner un producto en el mercado, debe demostrar
que no es pernicioso para la salud o el medio ambiente, y no al
revés, como ha sucedido hasta ahora: es necesario invertir la carga
de la prueba, debe aplicarse el principio de precaución.
Hay
residuos de plaguicidas en la leche materna, en las placentas, en el
semen, en la orina. ¿Qué dicen las autoridades del ministerio de Agricultura? Que
la salud de los ciudadanos compete al ministerio de Sanidad.
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