sábado, 4 de enero de 2020

España, campeona de Europa en el uso de plaguicidas



     La industria española de los productos químicos usados en la agricultura facturó mil cien millones de euros en 2016; hay dos mil doscientos productos autorizados en el mercado español. No hay país europeo que consuma más, un promedio de setenta y tres mil toneladas anuales, desde 2011 a 2015. España es el país europeo que más fitosanitarios consume en agricultura en términos absolutos: setenta y siete mil toneladas en 2015; por delante de Francia, Italia y Alemania. También encabezamos la clasificación europea en términos relativos: en 2015, un kilo y seis décimas de agroquímicos vendidos por cada habitante, por delante de Italia, Francia y Portugal que están en el entorno de un kilo. En la cantidad de plaguicidas usados por cada hectárea cultivada, Italia ocupa el alto del podio europeo con ocho kilos, mientras que España queda en segunda posición con cinco kilos.
     Fitosanitarios, agroquímicos, plaguicidas o pesticidas, el nombre es lo de menos, son sustancias químicas que se fabrican para matar insectos, malas hierbas y evitar que las cosechas se malogren. Se utilizan antes y después de la siembra, durante el crecimiento, para la maduración de los frutos, antes de la cosecha y para mantener los productos recolectados. La industria defiende que casi son inocuos para el hombre y la naturaleza, y que garantizan una agricultura capaz de alimentar a toda la humanidad. ¿Qué juicio le merecen a los científicos? Algunos avalan su seguridad, otros han demostrado que la exposición a los agroquímicos aumenta el riesgo de padecer cáncer y alteraciones en el sistema endocrino, entre otras enfermedades.
     Fijémonos en el glifosato, el pesticida más comercializado de la historia, porque variedades de cultivos modificados genéticamente son resistentes a él; en 2015, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), que pertenece a la Organización Mundial de la Salud, dictaminó que el glifosato es un posible cancerígeno humano. ¿Por qué se comercializa, entonces? La industria, antes de poner un producto en el mercado, debe demostrar que no es pernicioso para la salud o el medio ambiente, y no al revés, como ha sucedido hasta ahora: es necesario invertir la carga de la prueba, debe aplicarse el principio de precaución.
     Hay residuos de plaguicidas en la leche materna, en las placentas, en el semen, en la orina. ¿Qué dicen las autoridades del ministerio de Agricultura? Que la salud de los ciudadanos compete al ministerio de Sanidad.

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